El fantasma del verano (casi) pasado

A principios de año me propuse seguir escribiendo con regularidad en el blog, esta vez sobre las otras lenguas de España, y fracasé estrepitosamente. Mañana comienza el segundo semestre en la Universidad de Zúrich, así que hoy es un buen día para renovar propósitos. Pero, como hay que hacer las cosas poquito a poquito, suave, suavecito, hoy traigo la típica entrada de la vagancia: un resumen de algunos hits lingüísticos de mi verano.

Con esto de que el covid ya está integrado en nuestras vidas, han vuelto los congresos ¡y el trabajo de campo! Como ven, de esto último me alegro mucho (de lo primero creo que me alegraré más cuando retomemos un ritmo normal, porque por ahora hemos tenido una acumulación de eventos pospuestos absolutamente excesiva), porque el trabajo de campo es lo más disfrutable de mi trabajo, siendo mi trabajo muy disfrutable. Volvimos a la isla de La Palma, una semanita, casi cuarenta personas… Y fue increíblemente fructífero, además de divertido. Algunos de los alumnos de Zúrich que nos acompañaron han escrito sus impresiones y hallazgos en el blog del proyecto: ¡lectura recomendada!

Pasé una semana en Santander —con mis compañeras y amigas Ana Estrada y Elena Diez del Corral— dando un curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Además de unos alumnos estupendos y una experiencia muy enriquecedora y divertida —a quién no le gusta decir que ha cenado «en Palacio»—, hay que añadir que se nos caía la baba no solo con la comida (¡y los helados de queso!), sino con los leísmos —tierra fertilísima en leísmos, la cántabra— y los diminutivos en -uco, especialidad montañesa muy apreciada.

Este verano he pisado Centroamérica por vez primera y, aunque me encanta tooooodo de lo que dicen en Costa Rica (esa erre retrofleja —como la inglesa—; ese vosearte en San José y tratarte exclusivamente de usted en Puntarenas; ese baile de terminaciones verbales con los clíticos —acompáñelen por acompáñenle—), mi palabra favorita es, sin ningún lugar a dudas, «minisúper». La fusión de lo diminuto y lo excesivo en cuatro sílabas me parece magnífica. Dice el Diccionario de americanismos que se usa en prácticamente toda Centroamérica (¿qué pasa con Guatemala?) y en México y me parece poco. Abogo por extenderla al globo entero.

Minsuper Mercadito. Más no se puede pedir

Voy acabando, pero no sin antes mencionar algunas cosillas que han pasado este verano y me han hecho ilusión. La primera es que salí en Más de Uno hablando de acentos. Si os pica la curiosidad sobre el origen de las distintas formas de hablar español, a lo mejor os interesa. (Y digo yo que sí, porque es un poco de lo que va este blog…)

La segunda es que, por fin, por fin, tras años de reescribir, mejorar, aumentar y reducir la parte más grande de mi tesis doctoral, en agosto salió ya publicado el resultado final. Ha sido un proceso larguísimo, pero ha quedado genial y sale en una editorial muy prestigiosa, así que estoy encantada.

(Estoy encantada y se me nota)

La última, que es la más reciente, también tiene que ver con otro libro que acaba de salir. Este lo hemos editado juntas tres amigas y compañeras, la susomencionada Ana Estrada y Bea Martín:

Conspirando libros en un aula vacía de la UAM

Es un libro para todos los públicos —no como el anterior, me temo—, donde hemos juntado a un grupo de dialectólogos de pro para contar de una forma sencilla y asequible algunas de sus investigaciones sobre el español europeo rural. Con el libro queremos celebrar y acercar a todo el mundo el trabajo de Inés Fernández-Ordóñez y sus discípulos (afortunados nosotros), basado en el corpus COSER, que comenzó hace algo más de treinta años. Ya se puede encargar en la editorial Pie de Página (y podéis leer aquí la entrevista que nos han hecho para explicaros por qué el libro os va a encantar).

¡Con una vaca en la portada y prólogo de Inés Fernández-Ordóñez!

¡Medianoche! Cierro, que empieza el semestre nuevo.

2 comentarios en “El fantasma del verano (casi) pasado

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