Archivo por meses: octubre 2014

Sobre la definición de «gitano» en el DRAE

La publicación de la última edición de la RAE ha causado indignación en el pueblo gitano. La Academia ha eliminado la que era la cuarta acepción de gitano en la 22ª edición del diccionario («Que estafa u obra con engaño«), pero ha añadido una nueva, la quinta en esta 23ª edición, que reza «Trapacero«.

La Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad ha pedido a la RAE que elimine está acepción, por considerar que es racista y que la Academia legitima este racismo al incluirla en su diccionario.

Entiendo gran parte de esta indignación. Intento no ser racista (y sí, digo intento, porque hemos nacido en un mundo racista, que nos ha dado concepciones racistas sin que lo hayamos pedido). Pero en este caso creo que la indignación está mal canalizada. Me explico.

 ¿Es racista la definición de gitano de la RAE?

No.

La definición no es racista, pues no atribuye esos comportamientos al colectivo gitano. Es una definición impecable desde el punto de vista lexicográfico: utiliza un adjetivo sinónimo para definir otro adjetivo. Y ya. Nada más.

Lo que es racista es el origen de esa acepción de gitano, una asociación de ideas evidentemente racista, igual que lo es la sociedad en la que nació. Una sociedad que ha considerado tradicionalmente que los gitanos estafan, roban y engañan y que ha utilizado el término para llamar al estafador, al engañador y al timador.

Creo que se ve muy claro que la definición actual de gitano no es racista si la comparan con la del Diccionario de Autoridades, el primer diccionario académico. Con su ejemplico ejemplar de Cervantes y todo.

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(Perdonen, pero no me resisto a hacer un excurso para mostrarles mi definición cargada ideológicamente favorita del Diccionario de Autoridades.) Con todos ustedes, desde 1732 y a cuerpo cinco veces más grande que el resto:

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¿Legitima la RAE este uso racista de la palabra gitano?

La respuesta vuelve a ser no, pero es más difícil de entender, porque mucha gente tiene ideas algo equivocadas acerca de cómo funciona el diccionario. Lo he dicho y lo diré innumerables veces: la RAE no acepta palabras ni usos de las palabras, sino que recoge palabras y usos ya extendidos. Que una palabra no esté en el DRAE no significa que la RAE esté en contra de su uso y que una palabra esté en el DRAE no significa que defienda su uso. Ni la RAE se arroga esa competencia ni tendría nunca esa capacidad de influencia en los hablantes, aunque lo intentara.

Esto explica dos cosas. La primera, que gitano pasó a significar ‘estafador, trapacero’, etc. antes de que la RAE recogiera ese uso y, por lo tanto, nadie necesitó de la legitimación de la Academia para utilizarlo en primer lugar. La segunda, que seguramente casi nadie que haya utilizado alguna vez gitano con ese significado ha consultado el diccionario para saber si lo hacía con el beneplácito de la RAE. Lo ha usado porque lo ha oído. Porque, como hablante nativo, sabe que existe y se usa. Sabe que es español.

¿No sería mejor quitar esta definición del DRAE?

Pues, en mi opinión, tampoco. Para empezar, quitar la definición de la RAE no va a hacer que nadie deje de utilizar esta acepción de gitano, por lo dicho anteriormente. Como ocurre con TODAS las palabras, su significado no depende de lo que diga la RAE (que se lo digan a plausible), sino de los hablantes. Igual que nadie insulta a alguien llamándole gitano tras consultar el DRAE, nadie va a dejar de hacerlo tras consultar el DRAE.

Por otro lado, y esto ya son cosas mías, a mí me parece que borrar esa acepción sería mentir terriblemente. Aunque no es el objetivo de la RAE, el diccionario (cualquiera, en realidad) tiene un valor añadido: el de retratar a la sociedad hispanohablante —por cuanto describe las palabras que retratan a esta—. Podríamos quitar esta definición de gitano, o eliminar judiada o maricón. Podríamos eliminar la acepción de ‘prostituta’ de zorra y la de ‘hombre astuto’ de zorro. Pero eso no nos convertirá en una sociedad menos racista, homófoba o sexista, sino que extenderá un velo que tape nuestras vergüenzas, aunque estas seguirán ahí. Es puro maquillaje. Y mentira. Me recuerda un poco a lo de llamar a Franco valeroso y moderado, por ejemplo. O a lo de que hay cosas sobre las que no se habla.

La cuarta (o quinta en la nueva edición) definición de la RAE no dice nada de los gitanos, pero sí dice algo del racismo de nuestra sociedad. Si bien no estoy segura de que toda persona que utilice la palabra gitano con este significado esté siendo necesariamente racista (sino que puede estar emplendo una palabra con un uso ya tradicional, igual que el que dice le engañaron como a un chino no es necesariamente racista contra los chinos), sí estoy bastante segura de que este uso prorroga el pensamiento racista de nuestra sociedad contra los gitanos. Igual que utilizar como una chica como sinónimo de ‘mal’ hace esto:

Pero, para mi gusto, quitar esa acepcion del DRAE no solucionaría nada. Lo mejor a lo que podemos aspirar, me parece, es a que pronto haya que añadirle la marca «desus.«, ‘desusado’. Entonces la definición diría otra cosa: diría que fuimos racistas, pero que ya lo somos un poco menos.

Claro, que para eso tendríamos que dejar de serlo. Hale, ya me he puesto dramática.

Suiza is different

El panorama lingüístico de Suiza es una de esas rarezas de este país que uno no sabe bien cómo tomarse. Seguro que todos ustedes saben que Suiza es un país multilingüe. Y seguro que saben que el alemán, el francés y el italiano son lenguas oficiales de Suiza. Ya no estoy tan segura de si todos sabrán que también lo es el romanche, porque imagino que muchos ni sabrán qué es eso del romanche. Vayamos por partes.

Pues sí, Suiza es un país multilingüe, con cuatro lenguas oficiales. Lo es de una forma muy distinta a España, donde el español es oficial en todo el estado y tenemos regiones monolingües y regiones multilingües, que tienen otras lenguas oficiales además del español.

Suiza en cambio es un país «multi-monolingüe» (claro, que solo en lo que se refiere a la oficialidad de las lenguas, porque esta gente habla tropecientas): la mayor parte de los cantones tienen una única lengua oficial y aquellos que tienen más de una suelen repartirlas en diferentes distritos o comunas (¿concejos?) monolingües. Así, en el cantón de Zúrich la única lengua oficial es el alemán, mientras que en el Valais lo son el alemán y el francés, siendo oficial el alemán en el Alto Valais y el francés en el Bajo Valais.

Hay, sin embargo, algunos casos de bilingüismo oficial. La ciudad de Friburgo, por ejemplo, es bilingüe de francés y alemán y casi todas las comunas del cantón de los Grisones —el único trilingüe, por cierto— que tienen el romanche como lengua oficial lo acompañan del alemán.

Hasta aquí la parte de información general, pero lo verdaderamente interesante y peculiarísimo del asunto radica en otra cuestión. Lo apasionante del tema, lo que le deja a uno un poco a cuadros, es que tres de las cuatro lenguas oficiales suizas no son, en realidad, lenguas nativas de Suiza. Y sí, estoy hablando del alemán, del francés y del italiano.

«¿Pero qué invento es esto?» se preguntarán con los ojos clamando al cielo y agarrándose la melena colorada. Pues que la vida es muchunga. Muchunga, muchunga. ¡Al wikimapa!

Sprachen_CH_2000_frLenguas oficiales de Suiza. Fuente: Wikipedia, claro.

 Esa zona verde de la izquierda, digo, del oeste, es la Suiza romanda, cuya lengua oficial es el francés. Pero miren este otro wikimapa:

Romance_20c_esLas lenguas romances en Europa. Fuente: también Wikipedia.

¿Ven el número 10? Es el franco-provenzal o arpitano, que no es francés, sino otra cosa. Parecida, claro, igual que el asturiano se parece al gallego, pero distinta. Quizá les sorprenda ver tantos colorines en Francia, ya que solo tiene una lengua oficial (el francés), pero lo cierto es que en ella se hablan tradicionalmente unas cuantas lenguas, como el occitano, el franco-provenzal, el catalán, el bretón, el vasco… La mayoría son lenguas romances, cuyo origen es idéntico al del gallego, el asturiano, el español, el aragonés y el catalán: son evoluciones in situ del latín que han ido divergiendo entre sí. Es decir, igual que el gallego, el asturiano, el aragonés o el catalán no son dialectos del español; el franco-provenzal, el gascón o el occitano no son dialectos del francés. Sin embargo (y en España sabemos algo de esto), las consideraciones lingüísticas suelen tener poco que ver en el reconocimiento político de las lenguas. En Francia, por desgracia, sigue gozando de cierto prestigio la idea de que solo están el francés y el francés mal hablado. Y Suiza, a pesar de ser zona tradicional del franco-provenzal, oficializó el francés como lengua de la Suiza romanda.

¿Y qué pasa con el italiano? Pues parecido. En Italia el jaleo lingüístico tampoco es pequeño (al mapa me remito) y si conocen a algún italiano seguro que le han oído decir que eso de que él normalmente habla dialecto. Bueno, dialetto (agitar la mano con los dedos apretados hacia arriba). Es un poco la misma idea: esos dialectos que hablan muchísimos italianos en su vida diaria son evoluciones in situ del latín, a las que se superpone el italiano, la lengua oficial de Italia —aunque desde 1999 se han oficializado un buen número de otras, entre ellas el catalán, que se habla en El Alguer, en Cerdeña—. Un poco como si un gallego te dijera que él en casa normalmente habla en dialecto, pero que contigo ya se pasa al español —que sería la lengua, por oposición—. Si se fijan en el mapa anterior verán que el 14, el «italiano» que se habla en Suiza, no está ni siquiera dentro de la familia italorromance, en la que se incluyen el italiano de toda la vida —cuya base es el toscano literario medieval, qué bonito, tú— y las variedades romances que se hablan al sur de la línea Spezia-Rimini (del 16 para abajo en el mapa). ¡El «italiano» de Suiza forma parte de la familia galo-itálica! Vamos, que en Suiza el italiano es la lengua oficial de una zona en la que tradicionalmente se habla en realidad una variedad lombarda, que ni pertenece a la misma subfamilia romance que el italiano.

¿Y el alemán? A estas alturas ya se olerán que ídem. Es probable que también conozcan a algún alemán —sobre todo si han pasado por Mallorca o la Comunidad Valenciana— y que también les haya dicho que la mitad del país habla normalmente en Dialekt. Con eso se refieren a algo razonablemente alejado del Hochdeutsch, esa lengua endiablada que aprende el español en paro y el suizo que llega a primero de primaria. Para que se hagan una idea, la gente dice que los de Hannover son los que hablan un alemán mejor (léase ‘más cercano al Hochdeutsch‘). Si le echan un vistazo al siguiente mapa verán que Hannover queda pelín a desmano de Suiza y es que aquí, amigo, se habla una cosa totalmente distinta. La prueba es que, cuando pones cara de confusión ante la interpelación de un viandante, enseguida te pregunta muy educado «Hochdeutsch oder Schwizerdütsch?» y así ya eliges tú tu tortura, digo, aventura particular.

Continental_West_Germanic_languagesVariedades germánicas occidentales, que forman un continuo desde Flandes hasta Suiza. Fuente: ¡Wikipedia!

En resumen, Suiza, ese país que se precia de ser bien diferente de su entorno, oficializó la lengua de prestigio de aquellos países en los que también se hablaban las variedades habladas en Suiza, en vez de oficializar las variedades habladas en Suiza. Es algo así como si en Andorra, donde se habla catalán, hubieran hecho del español su lengua oficial. ¡Qué oportunidad perdida de resaltar algunas singularidades más! Pero para eso nos queda el romanche, la única lengua oficial suiza que es, de verdad de la buena, suiza. Un conjunto de hablas romances habladas en los valles alpinos de los Grisones, cuya existencia es desconocida para el común de los mortales, para que cuando este coja un vuelo de Swiss y mire la pantallita que le da la bienvenida se diga «Inglés, alemán, francés, italiano y… ¿pero eso qué es?». Pues… the true stuff, qué va a ser.

A modo de epílogo. Por lo que sé, la vitalidad del franco-provenzal ahora mismo en la Suiza romanda es… poco vital y el francés (un francés asuizado, claro) le va ganando la partida. Esto, sin embargo, no es una consecuencia inevitable de tener un modelo de prestigio exógeno: las diferentes variedades del alemán suizo se encuentran en perfecto estado de revista. Más bien, parece que la falta de un estándar basado en una variedad autóctona es lo que hace que sigan hablándose y transmitiéndose todas ellas tan ricamente. Sobre la vitalidad de las variedades lombardas, no tengo mucha información de primera mano, pero parece que también sobreviven bastante bien.