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Sueños y/o tonterías

No sé si se habrán enterado ustedes, pero se está montando un pollo (otra vez) con el catalán y el español (o castellano en político correcto oficial). Yo me he enterado poco, así por encima, no les voy a engañar. Después de vacaciones es que vengo con muy pocas ganas de reencontrarme al politiqueo…

Lo malo es que me he sentido un poco obligada a comentar el asunto, porque claro, le viene pintiparado a este blog… Así que he dicho, venga, pues me pongo, algo breve, y a dormir.

Parece ser que el problema radica en que el Tribual Superior de Justicia de Cataluña ha dictaminado que el castellano (español de toda la vida) debe ser lengua vehicular (junto con el catalán) en la enseñanza en Cataluña. Ya se imaginarán ustedes el revuelo, como si no fuera esperable, teniendo la Constitución que tenemos. Claro que como está en obras…

Y a mí es que, miren, me indigna. Y me indigna por un montón de razones. La primera es la manipulación política brutal que se lleva a cabo en este país con la cuestión de la diversidad lingüística. Porque en este país (España) todo, absolutamente todo, tiene que ser de derechas o de izquierdas. No les digo más, yo tengo la impresión (a ver si me la pueden confirmar) de que llevar bermudas es más de derechas, mientras que llevar pantalones cortos es más de izquierdas. Y esto tiene una consecuencia pequeña, minúscula, que ni se nota: la gente ya no tiene que pensar. ¿Para qué, si con elegir un lado piensan por nosotros? “Yo…, de izquierdas.” Pues mira, no te puedes poner jerseys atados al cuello, eres pro-aborto y haces lo que quieran los nacionalistas, porque eso se llama respetar todas las culturas. “Y tú, ¿qué?, ¿de derechas?” Ni se te ocurra ponerte un piercing en la nariz, el aborto ni en pintura y aquí la única lengua digna de llamarse lengua y no dialecto de pacotilla es el español, ¿te has enterado? Si decides objetar, puedes hacerte nacionalista. Eso mola más, porque en general pides y recibes mucha pasta, digas lo que digas. Eso sí, te tiene que gustar meter cizaña.

A lo que iba, que me indigna. Porque al final aquí nadie se preocupa de la salud de las lenguas ni de la educación de sus hijos y además a mí me da la impresión de que estos políticos juegan muy mal sus cartas, consiguiendo que tanta gente les odie. Porque digo yo, ¿y si en vez de hacer políticas lingüísticas basadas en la destrucción de la otra lengua, hiciéramos políticas lingüísticas de amor, solidaridad y trilingüismo? Alguno me dirá que no va a ser fácil, teniendo en cuenta que CiU, en el reformazo, quería colarnos una reducción de la solidaridad entre comunidades…

Y me indigna también porque muchos españoles, muchos muchos, no hemos tenido la suerte de nacer en una región bilingüe. Somos monolingües de nacimiento y cuando adquirimos otras lenguas, nos cuesta buenas dosis de sudor. Y encima nos toca ver cómo, a los españoles que sí han tenido esa suerte, sus queridos y desinteresados políticos intentan arrebatársela.

Así que me voy a poner idealista y a pedir peras al olmo (o séase, sentido común a los políticos): empiecen a hacer publicidad de las lenguas igual que la hacen de las comunidades. Es imprescindible lavar la imagen de las lenguas regionales, o como sea que se llamen en político correcto oficial, a ojos de todos los (españoles) que no las hablamos. Porque, señores nacionalistas, les están haciendo un flaco favor a sus lenguas, consiguiendo que se oigan auténticas barbaridades sobre ellas, que no han hecho nada para merecerlo. Una vez que todo el mundo se dé cuenta de que el gallego, el asturiano, el vasco, el catalán, el aranés, el caló, son lenguas llenas de belleza, igual que todas las demás, y de que pueden formar parte de la cultura de todos nosotros, empiecen a ofertarlas en los colegios, atentos al siguiente punto, de toda España. Yo, que nada sé de economía, veo dos ventajas claras: más hablantes potenciales de las lenguas minoritarias y más profesores. Y no me dirán que no sería bonito que dentro de unos (cuantos) años todos nuestros niños del futuro salgan con tres idiomas (pero de verdad, pido fluidez) por lo menos: dos nacionales y el inglés, por el amor de Dios, que hace muchísima falta también. Y si los únicos problemas que le ven a esto son de financiación, a mí déjenme soñar, por favor, que no se imaginan lo cansado que es ser madrileña y defender el catalán.