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La lengua como arma

Quizá no sepa usted catalán. Pero quizá haya ido usted alguna vez a Cataluña y haya tenido la impresión de que le hablaban en catalán para fastidiar, a sabiendas perfectamente de que usted ni habla ni entiende catalán.

Quizá sea usted español pero su lengua materna no sea el castellano, sino otra de las lenguas nacionales. Y quizá haya sentido usted alguna vez que España trata peor a su lengua que al español.

Quizá esté usted muy enfadado por alguna de estas dos cosas. Me gustaría decirle que, si es así, este post va a cambiar su opinión, pero la verdad es que lo dudo. A estas alturas del partido, seguramente usted se sienta muy cómodo en su enfado constante y poco tengo yo que hacer ahí. Pero sí puedo intentar hablar un poco de cuánta razón tiene si se ha sentido usted identificado con alguna de las situaciones anteriores.

Empecemos con el empeño de los catalanes por hablar en catalán. Por supuesto, usted está totalmente de acuerdo en que es natural que alguien prefiera hablar su lengua materna, que es la que ha aprendido en casa, la que usa con su familia y sus amigos y, por tanto, la lengua en la que está más cómodo. Esto es obvio. Pero usted también sabe que a la mayoría de los catalanes no les cuesta hablar en español. Lo dominan perfectamente, porque tienen la suerte de ser bilingües. ¿Por qué entonces ese emperramiento en usar el catalán con los de fuera, que no lo entendemos? Porque usted ha estado en Barcelona, ha entrado en una tienda, ha dicho algo en español y le han contestado en catalán. ¿Necesitamos más prueba que esa de mala fe lingüística?

Pues lo cierto es que sí. Resulta que las posibilidades comunicativas de los hablantes plurilingües son mayores que las de los monolingües. Un ejemplo es el code-switching (cambio de código), ¿recuerdan el espanglish? En EE.UU. es habitual que los latinos cambien entre español e inglés en la misma conversación o incluso en la misma frase, simplemente porque… pueden. Es divertido, es cómodo y funciona: son todo ventajas. Esta posibilidad se relaciona con otra: la de que un interlocutor hable en una lengua y el otro en la otra, sin que ninguno cambie de código. Esto es común en Suiza, por ejemplo, donde muchos inmigrantes no hablan, pero sí entienden, el suizo-alemán y hablan, en cambio, alemán estándar: es perfectamente habitual escuchar una conversación mitad en suizo-alemán, mitad en alemán estándar. ¿Significa esto que los suizos no quieran hablar alemán estándar? Por un lado, sí: puesto que no es su lengua materna, están más cómodos con el alemán suizo. Por otro lado, no, pues no tienen ningún problema en cambiar al alemán estándar cuando descubren que el interlocutor no entiende el suizo-alemán. Lo que ocurre es que ese descubrimiento no se produce por arte de magia, porque para los suizos estas conversaciones en dos lenguas son totalmente normales. La situación de la Suiza germanófona es comparable en este sentido a la de Cataluña, donde una conversaciones en las dos lenguas puede ser perfectamente natural. No lo es para el monolingüe que llega de visita, que puede por eso malinterpretar la situación. Pero el malentendido se soluciona tan fácilmente como decir “Sorry, aber ich spreche kein Schweizerdeutsch” o “Perdona, pero es que no sé catalán”. Los catalanes no le están hablando en catalán para ponerle trabas ni porque le desprecian profundamente. Le están hablando en catalán porque es lo que es más natural para ellos. Diga las palabras mágicas y póngase a charrar.

Vamos ahora con la sistemática opresión que realiza el Estado Español (¿esto se escribe con mayúsculas?*) sobre todas las lenguas que no sean la del imperio. Porque, a ver, ¿a santo de qué el español tiene un papel prominente en la constitución española? ¿Es mejor el español que las otras lenguas españolas? ¿No podríamos tener una situación como la belga o la suiza, que son países multilingües básicamente porque unen regiones monolingües? ¿No será que hay mucho imperialismo español? Veamos. Cuando se promulga la constitución española, en 1978, la realidad es que solo una minoría de los españoles son monolingües en una lengua que no sea el español. ¡Claro! ¡Porque Franco! La política lingüística franquista empeoró, indudablemente, la situación de las lenguas minoritarias de España, pero la expansión del castellano es mucho anterior y va de la mano de la expansión del Reino de Castilla. Desde la perspectiva moderna, esta expansión nos puede parecer injusta, imperialista o destructiva, pero lo cierto es que es un hecho y es nuestro punto de partida. Y la CE del 78, recién salida España de una política lingüística intransigente y dictatorial, sienta las bases para una política lingüística significativamente más progresista que las de los países vecinos, algunos de ellos hitos históricos de la democracia, como Francia. Y los resultados están a la vista. Los esfuerzos de revitalización lingüística en España son mucho más exitosos que los de Francia (que casi ni lo intenta, para qué nos vamos a engañar), como resulta evidente de la comparación entre la situación del catalán y el vasco a ambos lados de la frontera. La encuesta sociolingüística vasca del 2013, por ejemplo, muestra que, mientras el dominio y uso del euskera crece en las zonas vascófonas de España, sigue descendiendo en Francia. Y lo mismito se desprende de este informe de la situación del catalán en Francia del Institut de Sociolingüística Catalana. Francia no es el único ejemplo que deja a España en buen lugar: la situación del catalán en Italia (en el Alguer, en Cerdeña) es muy precaria y la política lingüística italiana está mucho más retrasada que la española, a pesar de que nos saquen algunos años de ventaja democrática. Y ya hablamos una vez de que la política lingüística suiza no es especialmente protectora con sus lenguas históricas.

¿Es España un país especialmente imperialista en cuanto a sus políticas lingüísticas? En absoluto, más bien al contrario. Para lo joven que es nuestra democracia, yo creo que podemos estar orgullosos. ¿Es el bilingüismo una forma de opresión? ¿No es una injusticia que se pueda vivir siendo monolingüe en castellano, pero no siendo monolingüe en catalán? No sé si es una injusticia, la verdad, pues aquí ese es un concepto algo subjetivo (que implica que ser monolingüe es mejor que ser multilingüe, para empezar). El hecho es que la grandísima mayoría de los seres humanos son multilingües, puesto que la grandísima mayoría de las lenguas habladas en el mundo son lenguas pequeñas, habladas por comunidades pequeñas. No tiene nada de malo y lo que deben hacer los estados modernos es tener políticas lingüísticas respetuosas. ¿Son las políticas lingüísticas españolas perfectas? Por supuesto que no. Igual que no hay democracia perfecta, no hay política lingüística perfecta (entre otras cosas, porque nunca llueve a gusto de todos). En España, igual que en todos sitios, hay margen de mejora.

Permítanme que dude, sin embargo, que vayamos a mejorar algo utilizando constantemente nuestras lenguas como armas políticas, mintiendo sobre ellas y alimentando todo tipo de leyendas negras. Pero, claro, se está muy a gusto enfadado. Si yo lo entiendo, que a los enfadados los miman más.

*No, no se escribe con mayúsculas. Se escribe «Estado español», ¡gracias, Mariuski!

Sueños y/o tonterías

No sé si se habrán enterado ustedes, pero se está montando un pollo (otra vez) con el catalán y el español (o castellano en político correcto oficial). Yo me he enterado poco, así por encima, no les voy a engañar. Después de vacaciones es que vengo con muy pocas ganas de reencontrarme al politiqueo…

Lo malo es que me he sentido un poco obligada a comentar el asunto, porque claro, le viene pintiparado a este blog… Así que he dicho, venga, pues me pongo, algo breve, y a dormir.

Parece ser que el problema radica en que el Tribual Superior de Justicia de Cataluña ha dictaminado que el castellano (español de toda la vida) debe ser lengua vehicular (junto con el catalán) en la enseñanza en Cataluña. Ya se imaginarán ustedes el revuelo, como si no fuera esperable, teniendo la Constitución que tenemos. Claro que como está en obras…

Y a mí es que, miren, me indigna. Y me indigna por un montón de razones. La primera es la manipulación política brutal que se lleva a cabo en este país con la cuestión de la diversidad lingüística. Porque en este país (España) todo, absolutamente todo, tiene que ser de derechas o de izquierdas. No les digo más, yo tengo la impresión (a ver si me la pueden confirmar) de que llevar bermudas es más de derechas, mientras que llevar pantalones cortos es más de izquierdas. Y esto tiene una consecuencia pequeña, minúscula, que ni se nota: la gente ya no tiene que pensar. ¿Para qué, si con elegir un lado piensan por nosotros? “Yo…, de izquierdas.” Pues mira, no te puedes poner jerseys atados al cuello, eres pro-aborto y haces lo que quieran los nacionalistas, porque eso se llama respetar todas las culturas. “Y tú, ¿qué?, ¿de derechas?” Ni se te ocurra ponerte un piercing en la nariz, el aborto ni en pintura y aquí la única lengua digna de llamarse lengua y no dialecto de pacotilla es el español, ¿te has enterado? Si decides objetar, puedes hacerte nacionalista. Eso mola más, porque en general pides y recibes mucha pasta, digas lo que digas. Eso sí, te tiene que gustar meter cizaña.

A lo que iba, que me indigna. Porque al final aquí nadie se preocupa de la salud de las lenguas ni de la educación de sus hijos y además a mí me da la impresión de que estos políticos juegan muy mal sus cartas, consiguiendo que tanta gente les odie. Porque digo yo, ¿y si en vez de hacer políticas lingüísticas basadas en la destrucción de la otra lengua, hiciéramos políticas lingüísticas de amor, solidaridad y trilingüismo? Alguno me dirá que no va a ser fácil, teniendo en cuenta que CiU, en el reformazo, quería colarnos una reducción de la solidaridad entre comunidades…

Y me indigna también porque muchos españoles, muchos muchos, no hemos tenido la suerte de nacer en una región bilingüe. Somos monolingües de nacimiento y cuando adquirimos otras lenguas, nos cuesta buenas dosis de sudor. Y encima nos toca ver cómo, a los españoles que sí han tenido esa suerte, sus queridos y desinteresados políticos intentan arrebatársela.

Así que me voy a poner idealista y a pedir peras al olmo (o séase, sentido común a los políticos): empiecen a hacer publicidad de las lenguas igual que la hacen de las comunidades. Es imprescindible lavar la imagen de las lenguas regionales, o como sea que se llamen en político correcto oficial, a ojos de todos los (españoles) que no las hablamos. Porque, señores nacionalistas, les están haciendo un flaco favor a sus lenguas, consiguiendo que se oigan auténticas barbaridades sobre ellas, que no han hecho nada para merecerlo. Una vez que todo el mundo se dé cuenta de que el gallego, el asturiano, el vasco, el catalán, el aranés, el caló, son lenguas llenas de belleza, igual que todas las demás, y de que pueden formar parte de la cultura de todos nosotros, empiecen a ofertarlas en los colegios, atentos al siguiente punto, de toda España. Yo, que nada sé de economía, veo dos ventajas claras: más hablantes potenciales de las lenguas minoritarias y más profesores. Y no me dirán que no sería bonito que dentro de unos (cuantos) años todos nuestros niños del futuro salgan con tres idiomas (pero de verdad, pido fluidez) por lo menos: dos nacionales y el inglés, por el amor de Dios, que hace muchísima falta también. Y si los únicos problemas que le ven a esto son de financiación, a mí déjenme soñar, por favor, que no se imaginan lo cansado que es ser madrileña y defender el catalán.