*ADVERTENCIA: Es posible que hacia el final se ponga un poco cursi la cosa. Cuando me da la vena, no hay nada que hacer.*
«Algunos corpiños como “filo”, que quería decir amistad y “logos”, que quería decir palabra, abrigaban mucho y permitían variaciones muy interesantes. Ella un día los puso juntos y resultó un personaje francamente seductor: el filólogo o amigo de las palabras. Lo dibujó en un cuaderno tal como se lo imaginaba, con gafas color malva, un sombrero puntiagudo y en la mano un cazamariposas grande por donde entraban frases en espiral a las que pintó alas. Luego vino a saber que la palabra “filólogo” ya existía, que no la había inventado ella.»
Carmen Martín Gaite, Nubosidad Variable
El fin de semana pasado, la provincia de Huelva se inundó de filólogos a la caza de fenómenos dialectales, sin más arma que una grabadora y un bloc de notas. Cada año, en la Universidad Autónoma de Madrid, Inés Fernández-Ordóñez organiza un viaje de prácticas gracias al cual los estudiantes de los últimos cursos de Filología Hispánica llevan a cabo el que suele ser su primer trabajo de campo. En cada viaje se escoge una provincia determinada y se cubre su territorio entrevistando a hablantes rurales. Así ocurre desde 1990 y todo este trabajo es en el que se basa el Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER).
Por medio de estas entrevistas se obtienen muestras de fenómenos dialectales, que nos dan una imagen más exacta de qué es el español peninsular y nos permiten entender mejor cómo cambian las lenguas. No me resisto a poner un ejemplo… En español estándar (ya saben, el que recomienda la RAE) y en el que hablamos muchos, ustedes va acompañado de las formas verbales y los pronombres personales de 3ª persona del plural, igual que ellos o ellas:
· Ustedes márchense a casa.
· ¿Ustedes han visto la catedral?
· Cuando les vimos a ustedes…
En rumano, sin embargo, el equivalente de ustedes (en su uso de alocutivo de cortesía; y similar en su origen, ya que significa literalmente ‘vuestra señoría’, mientras que ustedes viene de vuestras mercedes) es dumneavoastră y concuerda con las formas verbales y los pronombres de 2ª persona del plural, igual que vosotros (voi en rumano):
· Dumneavoastră duceți-vă acasă.
lit. ‘Ustedes marchaos a casa’
· Dumneavoastră ați văzut biserica?
lit. ¿Ustedes habéis visto la iglesia?
· Când văvăd pe dumneavoastră…
lit. Cuando os veo a ustedes…
En Andalucía Occidental nos encontramos un estadio intermedio entre ambas situaciones: ustedes algunas veces aparece con verbos o pronombres en 3ª persona del plural y otras, en 2ª persona del plural:
· ¿Se vais hoy?
· No sé si ustedes habéis pasado por ahí
· No sé si ustedes sabrán…
· ¿Ustedes qué venís haciendo, una encuesta?
Averiguar en qué condiciones aparecen unos u otros nos permite observar en vivo el paso de dos estadios extremos (el español estándar o general y el rumano) y tratar de averiguar cómo se produce dicho cambio.
Por supuesto, estos ejemplos hacen las delicias del dialectólogo en general y de alguno en particular. Sin embargo, el trabajo de campo tiene muchas otras satisfacciones, en absoluto exclusivas del lingüista. A lo mejor ya han notado en alguna otra entrada la euforia con la que regreso de encuestar, abrumada por la amabilidad de las personas que deciden dedicarnos su tiempo y las historias que nos prestan. Ahora imagínense a veinticinco personas invadiendo los pueblos onubenses, cuyas casas suelen tener las puertas entornadas, en una invitación a los vecinos a asomarse, saludar, pedir un poco de hierbabuena, estar de cháchara mientras el potaje humea en la cocina… Veinticinco personas adentrándose en dichas casas, charlando con sus habitantes, aprendiendo sobre tradiciones y costumbres que se pierden, escuchando anécdotas fabulosas, probando frutas en anís o bebiendo agua de manantial… El fin de semana se envuelve en una atmósfera embriagante, mezcla de entusiasmo, fascinación, risas, cansancio… Y a mí, que por no ser gran bebedora no estoy acostumbrada a los efectos de la embriaguez, se me sube rápido a la cabeza y me vienen muchas ganas de pasar una buena parte de la vida así; lejos de la ciudad, charlando en un patio, cogiendo el postre de un árbol y, claro está, cazando mariposas con un sombrero puntiagudo.