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De excursión a las afueras

Una distinción clásica en los estudios sobre la lengua es la de sistema/habla, establecida por el padre de todos los lingüistas, Ferdinand de Saussure, y continuada por el dios de casi todos, Noam Chomsky, en su oposición competencia/actuación. Esta forma de concebir la lengua supone dividirla en dos componentes; uno abstracto e ideal, compuesto por las reglas de la lengua en cuestión (sistema o competencia), y otro formado por las realizaciones concretas de esa lengua (habla o actuación).

La idea de sistema resulta útil para explicar algunas cosas. Por ejemplo, el sistema fonológico del español de Madrid (al menos el mío) consta de 23 fonemas. Sin embargo, cuando un madrileño habla, produce muchos más sonidos: dependiendo de lo que que rodea a un fonema, este cambia. Cada realización diferente de un fonema se llama alófono (esto último lo digo por darme pisto). Así pues, es un hecho interesante que los hablantes de una lengua determinada tienen dificultades para distinguir o producir sonidos de otra lengua, cuando dichos sonidos no son fonemas de su lengua (esto es, no formen parte del sistema), aunque sí dispongan de ese sonido como alófono de otro.

Pongo un ejemplo, por si mi prosa no es lo suficientemente límpida y transparente. Aunque el español tiene un sonido nasal velar [ŋ] (la /n/ de la propia palabra aunque), este es un alófono de sonido /n/ y no un fonema propio (no nos sirve para diferenciar significados). Por eso, a los hispanohablantes nos cuesta oír la diferencia entre sin y sing en inglés; o pronunciar el sonido final de going (aunque solamos añadirle una velar de las que conocemos mejor, como la /g/).

Además del sistema y sus realizaciones concretas (el habla), las lenguas cuentan con una serie de fenómenos que están como en las afueras del sistema (sistema periférico ya estaba cogido). Me refiero a ciertos fenómenos aprendidos (pues son propios de cada lengua), que usamos en contextos que podrían denominarse «lúdicos» (entiéndase todo este párrafo como precedido de un enorme «a falta de mejores términos»). Los habitantes de estos suburbios lingüísticos tampoco nos ayudan mucho a aprender lenguas y esto, como voy a mostrar ahora, es una pena.

En las afueras del español tenemos el sonido que en inglés a veces se escribe sh ([ʃ]): es el que usamos para mandar callar. El sonido que los ingleses a veces escriben con z ([z]) y que los franceses emplean para distinguir pescado de veneno es el que usamos nosotros en la siempre útil vicisitud de imitar el zumbido de una abeja. Sin embargo, esto no suele ayudarnos a pronunciar mejor estas lenguas, como no se cansa de hacernos notar el mundo entero. [Algunas variedades del español sí que tienen /ʃ/ como fonema, es de suponer que otro gallo les cantará.]

Algunas lenguas más interesantes (sin ofender) que el inglés o el francés tienen los llamados clicks o chasquidos. Aquí van algunos ejemplos; el bilabial [ʘ], el dental [ǀ] y el post-alveolar [ǃ] (por cuestiones que escapan a mis dotes informáticas, creo que los vídeos dan bastantes problemas; merece la pena pinchar en los links para verlos, o también pueden escucharlos —no verlos— aquí): click bilabialclick dentalclick post-alveolar.

Si se fijan bien, en español solemos usar el dental para decir que no; llamamos a los animales con el post-alveolar y nos despedimos numerosas veces (sobre todo por teléfono) con el bilabial. Ahora que lo saben, quizá les resulte más fácil aprender a pronunciar el Xhosa, pero me temo que les va a seguir costando horrores diferenciar los distintos chasquidos en el habla corrida…

En las afueras del sistema no viven solo sonidos. Cuando en español le decimos a la vecina: «Qué monísima iba tu hija en la boda. Guapa, guapa», estamos usando la reduplicación para graduar un adjetivo. Este mecanismo es uno de los métodos que usa, por ejemplo, el vasco para determinar el alcance del adjetivo, mientras que otras lenguas, como el indonesio, lo usan para formar el plural de una palabra.

Más interesante (todavía) es un mecanismo de formación de palabras que he notado hace poco. El susodicho mecanismo emplea técnicas propias de un tipo muy especial de lenguas: las de signos. Con estas técnicas me refiero a los que se consideran los rasgos distintivos fonológicos de las lenguas de signos: la forma, la posición y el movimiento de la mano. Combinando las tres hemos creado, por lo menos y hasta donde yo me he dado cuenta, 3 nuevos verbos:

  • Pronunciar decir con el puño cerrado, el meñique y el pulgar extendidos y la mano en la oreja: ‘decir hablando por teléfono’.
  • Pronunciar decir con el puño cerrado, el pulgar hacia arriba y en movimiento y la mano frente al cuerpo: ‘decir escribiendo por teléfono’.
  • Pronunciar decir con los dedos (de una o ambas manos) en movimiento, situados frente al cuerpo: ‘decir escribiendo por el ordenador’.

No estoy segura de que este prodigio de la economía lingüística se dé igualmente con otros verbos de lengua. Me da la impresión de que es más raro con hablar o con charlar; que necesita un verbo en el que se especifique lo que se dice. Esto es interesante, pues indicaría que el modo en que se produce la elocución solo es relevante en cuanto al contenido de dicha elocución y no en cuanto al acto de comunicación en sí mismo.

Muchas de las cosas que he incluido en estas afueras de la lengua suelen considerarse mecanismos expresivos de las lenguas. Supongo que esto es cierto, como es cierto que las lenguas en sí son instrumentos «expresivos». Y es muy posible que a ustedes les parezcan tremendas tonterías, pero a mí me resulta tremendamente sugestivo el hecho de que codifiquemos esas tonterías por medio de mecanismos inequívocamente lingüísticos. Aunque muchas de estas cosas (u otras, como el alargamiento vocálico en diversas situaciones) suelen comentarse en las clases de lingüística, no he leído nada sobre ello (y tampoco parece ser la paralingüística de que habla Wikipedia). Si ustedes conocen algo escrito sobre el tema o se les ocurren más cosillas… ¡Cuenten, cuenten!

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Actualización (26/04/2012): Acabo de descubrir que en el WALS (Atlas mundial de estructuras lingüísticas) hay un mapa y una introducción al uso de los clicks al que me he referido más arriba, ambos de lo más interesantes.
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