Pampanitos verdes, hojas de limón

El Auto de los Reyes Magos, bautizada así por Menéndez Pidal —y no sin polémica—, es la primera obra teatral en castellano. A mí, fanática de la figura de sus majestades de Oriente, esto me parece un enorme aliciente para interesarme por la literatura medieval, interés potencial que fue cuidadosamente apagado por la decisión de algún profesor de hacerme leer los Milagros de Nuestra Señora con unos ¿14? años. Porque vaya tomazo, Gonzalito[1]. Vaya tomazo.

El Auto es, además, un texto lleno de misterio. Solo se conserva una copia, en un códice conservado en la catedral de Toledo, por lo que suponemos (suponen) que es en esta donde se representó. Está copiado en el espacio que sobraba en el envés de uno de los folios del códice y en el haz del siguiente. Por supuesto, está escrito todo seguido: es decir, no está ordenado en versos ni, mucho menos, en parlamentos de los distintos reyes: también fue Menéndez Pidal quien atribuyó a cada rey su parte.

El códice es del s. xii y el Auto se considera de finales de este siglo o de principios del xiii. No conocemos autor y la propia pregunta de cuál es el original es problemática, puesto que, al tratarse de una representación, este podría no ser un único texto escrito. La cuestión de original y copia es fundamental para la historia de la lengua, puesto que una copia siempre puede presentar errores de transmisión (¿quién no se ha liado copiando apuntes?) o variantes de lengua (¿quién no ha corregido alguna faltilla de ortografía o cambiado un poco el estilo copiando apuntes?). Una copia puede incluso estar escrita en un dialecto distinto del original, como es el caso del Libro de Alexandre, del cual tenemos un manuscrito claramente aragonés y otro claramente leonés. La pregunta está servida: ¿qué narices hablaría el autor?

El Auto ha planteado un problema parecido, a vuelta, para más inri, de unas rimas. La gran mayoría del Auto está escrito en pareados con rima consonante, como estos:

5 Nacido es el Criador,

6 que es de las gentes señor.

7 No es verdad; non sé qué digo.

8 Todo esto non vale uno figo.

 Sin embargo, existen cuatro pareados en los que la rima, más que consonante, es… curiosa. Que riman regular, vamos. Por ello, se han considerado variantes de lengua achacables al copista, con la suposición de que en la lengua del autor sí debían rimar. Son estas de aquí:

 15 Nacido es Dios, por ver, de fembra

16 en aquest mes de december.

38 bien lo veo sines escarno

39 que uno omne es nacido de carne,

40 que es señor de todo el mundo,

41 así cuemo el cielo es redondo;

117 Venga mió mayordo

118 que mios averes toma.

Hay dos cosas aquí que parecen muy claramente errores textuales y no tienen que ver con la rima: por un lado, ese december del verso 16 debe ser decembre, mientras que falta algo al final del verso 117: teniendo en cuenta las formas documentadas hasta ese momento solo podríamos reconstruir mayordome, pero eso tampoco rima con toma.

Entre los expertos hay dos posturas principales entre las que tratan de explicar estas rimas anómalas postulando un autor no castellano. La más conocida es la de Rafael Lapesa, que consideró que estas anomalías encajaban con un autor de origen catalán, gascón u occitano (franco, vamos). Lapesa dice que las rimas fembra:decembre y mayordome:toma se justifican si en la lengua del autor las vocales finales –a y –e suenan igual, como también la rima escarno:carne es perfecta si en la lengua del autor estas formas presentan apócope de la vocal final: escarn:carn riman perfectamente. La última, la rima de mundo:redondo se explicaría por la forma mon del catalán u occitano, con la que las vocales de estas dos palabras sí son las mismas.

Josep Maria Solà-Solé, sin embargo, propuso que el autor debía ser mozárabe. Para justificar esta teoría no recurre solo a las rimas, sino a grafías encontradas en el Auto como timpo, quin, facinda, quiro, pusto o morto por tiempo, quien, facienda, quiero, puesto o muerto. Si bien la mayor parte de los autores están de acuerdo en que estas grafías reflejan en realidad los diptongos romances (como ocurre en muchos otros textos: hay que tener en cuenta que estos diptongos no existían en latín, por lo que no era fácil representarlos), para Solà-Solé son un indicio de que el autor tenía un sistema de tres vocales, a causa, claro está, de la influencia del árabe. Rimas como decembre:fembra, mundo:redondo o mayordome:toma serían así aceptables en este sistema de tres vocales, pues estas tres tendrían un mayor “margen de dispersión” y permitirían la rima de estos sonidos, que a un castellano le sonaban distintos.

La rima puede ser un instrumento poderoso para entender mejor estadios pasados de la lengua: por ejemplo, gracias a ella podemos estar seguros de que algunos posesivos medievales podían ser tanto bisílabos (mío, mía) como monosílabos (mió, miá). Esto podrá parecer una tontería, pero la existencia de las dos formas es crucial para una de las teorías más recientes sobre la evolución de estas partículas desde el latín hasta la actualidad.

En el caso del Auto de los Reyes Magos, sin embargo, es probable que la mejor solución sea la prudencia. Así lo aconseja, más recientemente, Pedro Sánchez Prieto, que hace un buen repaso tanto de la rima del Auto como de la métrica latina y romance medieval, llegando a la conclusión de que estas rimas no son tan anómalas como parecen: ni todas las rimas del Auto son consonantes, ni las “casi rimas” de estos cuatro pareados son tan sorprendentes dentro del concepto de rima medieval. No en vano comienza el Auto con Gaspar exclamando, sí, pero rimando solo flojito:

¡Dios criador, cuál maravilla!

No sé cuál es aquella estrella.

Sea como fuere, el Auto de los Reyes Magos está lleno de misterios que quizá nunca lleguen a ser resueltos. No vendría mal un poquito de magia, como la que sus Majestades van a hacer esta noche. Y, para entrar en materia, ¿qué mejor manera que leer el Auto? Lo tienen aquí, a partir de la página 62. ¡Feliz noche de reyes!

 

[1] Berceo.

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