El tema de hoy nace viejo, pues tiene que ver con una polémica de hace meses, que en tiempo de internet equivale a varias eras geológicas. Pero he estado muy liada, qué se le va a hacer. La polémica en cuestión ya la conocerán ustedes sobradamente: a Rosalía la han criticado feroz y abundantemente por cometer «apropiación cultural». Se quejan de que, siendo paya y barcelonesa, Rosalía hace flamenco y además lo hace con acento andaluz. Lógicamente, el aspecto que me interesa, siendo este un blog de lingüística, es el del acento. Por si no saben de lo que hablo, aquí la tienen:
Para resumir la polémica, valga esta cita del artículo de Mohorte en Magnet que les enlazo arriba:
«Rosalía es barcelonesa. No ha nacido o vivido en Andalucía y tampoco emplea las particularidades fonéticas del andaluz en su día a día, como se puede apreciar en las entrevistas. Es un disfraz artístico.»
Es decir, a los críticos les parece mal que Rosalía utilice un dialecto distinto al que usa cuando habla cuando canta. La pregunta es: ¿solo Rosalía hace esto? No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que la respuesta es evidentemente negativa. Muchos géneros musicales no solo tienen características rítmicas y melódicas propias, sino que también están asociados a una lengua o variante lingüística concreta. Por ejemplo, aunque hay óperas en muchísimos idiomas, no se puede negar que la lengua por excelencia de la ópera es el italiano. Lo mismo pasa con el pop o con el rock: se pueden hacer en cualquier idioma, pero el protípico es el inglés y es frecuentísimo que bandas de habla no inglesa compongan en estos géneros en inglés. De hecho, a juzgar por las observaciones del sociolingüista Peter Trudgill, es concretamente el inglés americano el que domina estos géneros y no es infrecuente que los artistas británicos «recuperen» sus erres finales cuando cantan, para adaptarse a esta variedad. Es decir, estos artistas se ponen «un disfraz artístico» cuando cantan, igual que Rosalía.
Pero no hay por qué salir de nuestros éxitos patrios para encontrar ejemplos. Casos especialmente interesantes son los de los artistas que han modificando ese «disfraz artístico», como Enrique Iglesias. Los que tengan cierta edad, como servidora, recordarán que sus inicios en el pop fueron una experiencia religiosa en la que el cantante madrileño usaba la misma variedad lingüística que emplea cuando da entrevistas y, suponemos, habla normalmente. A medida que ha ido introduciéndose —y triunfando— en el reguetón ha ido modificando su acento para acercarse a una variedad más caribeña (propia de dicho género) lo que es especialmente perceptible en sus eses finales:
Algo parecido ocurrió con Alejandro Sanz, que ha ido haciendo su acento más andaluz a lo largo de los años: en Corazón partío el único rasgo andaluz que encontramos es esa -d- que desaparece en partido, mientras que ahora hasta sesea (su corazón partío tenía una interdental clarísima). El caso de Alejandro es distinto del de Enrique porque sus padres son andaluces y él también emplea —al menos a veces— esta variedad cuando habla: es probable que creciera siendo bidialectal, aunque este es un misterio sobre el que se devanan los sesos miles de personas desde hace años en el grupo de Facebook «¿POR QUÉ ALEJANDRO SANZ HABLA CON ACENTO ANDALUZ SI ES DE MORATALAZ?«.
Otro caso: el cantante Huecco, que hace música con evidente inspiración flamenca, es madrileño y extremeño: el acento andaluz que gasta cuando canta tiene poco que ver con la variedad mucho más norteña que emplea cuando habla o la que utilizaba en su banda de rap-metal Sugarless. Con estos ejemplos podría pensarse que esto de emplear un dialecto que no es el propio en composiciones musicales es algo moderno, pero la verdad es que es una cosa antiquísima. Es posible que se acuerden de dos de los géneros líricos medievales (pensados para ser cantados): la poesía trovadoresca y las cantigas. Mientras que las primeras se componían casi exclusivamente en provenzal, las segundas solían estar en gallego-portugués. Y quizá también se acuerden de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, además del toledano que puso la primera piedra de la estandarización del castellano. A pesar de este currículum, Alfonso X compuso personalmente numerosas cantigas, todas ellas en gallego-portugués, que no era su variedad (pero tampoco un idioma distinto, sino otra variedad del romance: todavía no podemos hablar de distintas lenguas, pues no está claro que esa fuera la concepción de la época): igualito que Rosalía, vamos.
Como ven, utilizar un dialecto que no es el propio para adaptarse a las convenciones de un género musical ni es raro ni es nuevo: al contrario, es una práctica frecuente y muy antigua. Lo que sí parece menos frecuente es acusar a los artistas que lo hacen de apropiación cultural, como puede verse en los resultados de búsquedas en Google: no solo la de Rosalía es la que devuelve más resultados, es que los resultados de los otros artistas son de hecho resultados sobre Rosalía (las pruebas abajo). No sé, si una fuera desconfiada podría llegar a pensar que lo que molesta a los críticos (y críticas, por cierto) no es la apropiación cultural, sino la mera existencia de mujeres jóvenes y con talento. Pero ni que fuera esa otra práctica frecuente y con siglos de antigüedad, no seamos desconfiados.