Nunca es tarde si la dicha es buena, así que retomo la serie «El español y sus cosas», de cuyas primera y segunda entrega hace ya por lo menos varios siglos. Vamos a hablar de cópulas. (Breve pausa para que digan «jijiji» para sí mismos.)
Empecemos por el principio, que ya saben ustedes que era el verbo. En general, en una oración el verbo es el que nos da la clave de la información que se dice del sujeto: por eso lo llamamos el núcleo del predicado. Predica algo del sujeto. Eso es lo que hace ganar en una frase como:
Carreño gana una medalla de bronce en un partidazo contra Djokovic.
Pero no todos los verbos son así, algunos tienen muy poquito significado y llegamos a decir que están vacíos (o casi). Esto les pasa a los verbos auxiliares: Si digo ha ganado o fue vencido, los verbos haber (ha) o ser (fue) no aportan contenido léxico (eso lo hacen ganar y vencer), sino información gramatical (tiempo pasado o voz pasiva). Los verbos copulativos también son verbos vacíos en ese sentido, pero la diferencia con los auxiliares es que el contenido léxico no lo da otro verbo, sino otras clases de palabras (generalmente sustantivos o adjetivos). Así, en Carreño es medallista olímpico y Carreño estaba feliz, el núcleo de la información que se predica de Carreño es medallista olímpico y feliz, mientras que ser (es) y estar (estaba) nos dan información del tiempo verbal (presente o pasado). Y por eso lo llamamos cópula (o verbo copulativo), porque su función se limita a unir dos piezas fundamentales de información: el sujeto y el predicado.
De hecho, como la cópula aporta tan poca información, hay muchas lenguas que pueden omitirla (o prefieren hacerlo, incluso) cuando está en presente. En ruso, por ejemplo, te basta con decir María simpática (pero en ruso, claro) para que se entienda ‘María es simpática’. En inglés también pasa, aunque con mucha menos frecuencia: You ready? De hecho, diría que también pasa en español en contextos similares (¿Preparadas?), pero, como no tenemos sujeto obligatorio, parece menos sorprendente. En inglés te quedas un poco como «¿Pero ese you qué hace ahí?». Pues ser sujeto, qué va a hacer.
Al grano. ¿Por qué tenemos dos verbos para esto? Si pensamos en otras lenguas cercanas y conocidas, como el inglés, el francés, el alemán, etc., esto parece una peculiaridad del español, ya que estas lenguas solo tienen un verbo (to be, être, sein). Además, es uno de esos rasgos que los extranjeros tardan en dominar (Soy muy contento de ser aquí, por ejemplo). En realidad, es una peculiaridad de las lenguas ibero-rromances, pues la compartimos con el portugués, el gallego y el catalán. En cualquier caso, ¿para qué dos verbos cuando a la mayoría les basta con uno?
Si intentamos pensar en la diferencia entre ser y estar, lo más probable es que lleguemos a la conclusión de que ser sirve para hablar de cosas permanentes y estar, para hablar de cosas temporales. Uno es feliz, pero está contento, por ejemplo. ¿Pero entonces por qué decimos estar muerto? Sin ánimo de trivializar, pero pocas cosas más definitivas que palmarla. La distinción que establecen ser y estar en español es todavía más sutil: es la diferencia entre lo que son características propias de un individuo (predicados de individuo) y los estados (predicados de estadio). Los primeros van con ser y los segundos, con estar. Muerto, como embarazada o acaloradísima, es un estado, independientemente de cuánto duren. Alegre, leal y pelirroja son características, incluso si pueden cambiar a lo largo del tiempo.
Pero, claro, qué es una característica y qué es un estado es prácticamente una cuestión filosófica, así que no siempre está tan clara. De hecho, quizá usted ya haya pensado «¡Pero si también puedo decir Estoy feliz sin ningún problema!». Y tendría mucha razón. No es raro que recategoricemos adjetivos de individuo como adjetivos de estadio: ¡Uy, qué torpe estás hoy! Qué raro, si tú no eres nada torpe. Muchas de estas propiedades pueden conceptualizarse como estados transitorios y al español le basta cambiar de verbo copulativo para indicarlo. Lo contrario (recategorizar un adjetivo de estadio como uno de individuo) es más raro, aunque también ocurre a veces: soltera es un estado y por eso generalmente una lo está, pero no es inaudito decir Es soltera. Con casada también lo podemos hacer, pero es más raro (está casada > es casada): sería más habitual decir Es una mujer casada. Este truco es bueno, porque estar no admite sustantivos: tenemos que usar ser. Bueno, no admite casi ningún sustantivo: sí admite aquellos que, básicamente, conceptualizan estados, como Estar el primero en la cola. Además, hay algunos adjetivos que pueden combinarse con los dos verbos, no porque los conceptualicemos de formas distintas, sino porque son polisémicos. No es lo mismo ser malo que estar malo, ni ser despierto que estar despierto. Ojo: ahí la magia no la hace el verbo, sino el adjetivo.
En cualquier caso, si lo de tener dos cópulas nos parece un lío, qué nos parecerán los verbos pseudocopulativos de cambio de estado. ¿Lo cuálo? Pues eso que en inglés se dice become y en alemán, werden. En español tenemos hacerse, volverse, ponerse y quedar(se). Se hizo médico, se volvió tarumba, se puso como una fiera, se quedó de piedra. Los dos primeros aparecen con predicados de individuo, como ser, mientras que los dos últimos aparecen con predicados de estadio, como estar. Pero, claro, alguna diferencia más debe de haber, porque no es lo mismo Me he hecho suiza que me he vuelto suiza. Lo primero es que he adquirido la nacionalidad; lo segundo, que llego puntual a todas partes y me molesta el ruido. Vamos, un jaleo. Uno que yo no me sé bien, además.
¿Y que por qué los llamamos pseudocopulativos? Pues porque no funcionan igual que los copulativos, siendo la diferencia fundamental que en estos podemos sustituir el atributo por lo, pero en aquellos no:
- Es leal – lo es.
- Está triste – lo está.
- Se hizo médico – * se lo hizo
- Se volvió tarumba – *se lo volvió
- Se puso como una fiera – *se lo puso
- Se quedó de piedra – *Se lo quedó
Vamos, que ya lo decía Alejandro Sanz. No es lo mismo ser que estar, ni estar que quedarse. Al menos en español.
Gracias Carlota por ser tan clara sin estar alargándote mucho: creo que es el mejor texto escueto que he visto sobre el tema. Es un ejemplo también de los problemas que a veces traen las explicaciones simplistas para extranjeros, cuando se dice que ser expresa duración y estar no y en realidad como mucho estar expresa algo como duración y ser no dice nada al respecto y solo identifica. Lo de ser casado y ser muerto se podría ampliar con comentarios históricos y de variación regional (igual que feliz que parece tener preferencias también regionales) – seguro que tienes datos (supongo que en Twitter se verá la regionalidad por ejemplo). Gracias, de todas formas, por una lectura agradable un domingo fresco en el Retiro.
¡Gracias, Johannes! Seguro que en Twitter se pueden ver esas variaciones regionales, ¡sí! Porque desde luego que las hay 🙂