Lo que no decimos

Hablar una lengua romance es una suerte, pues te pone al alcance de los dedos un buen puñado de lenguas habladas por mucha gente, que, como se parecen a la tuya, son relativamente fáciles de aprender. De hecho, un entretenimiento más de las vacaciones en un sitio donde hablan una lengua romance desconocida es descifrar los carteles. Pero, de vez en cuando, nos topamos con palabras que se parecen como un huevo a una castaña. Por ejemplo, ¿cómo que en catalán nada se dice res? Pues… ¿y si te digo que estas dos palabras comparten origen? ¿Qué tiene que ver la velocidad con el tocino? ¿A qué huelen las cosas que no huelen?

El origen de res y de nada está en el latín res nata, que significa literalmente ‘cosa nacida’. Res es ‘cosa’ y nata es el participio de nascere ‘nacer’: en español medieval nado ya competía con la forma regularizada nacido, que se acabó imponiendo. ¿Y cómo res nata, que no tiene un valor negativo intrínseco, sino más bien al contrario, pasa a significar ‘nada’? Esto no es tan raro como puede parecer a primera vista, pues expresiones que significan ‘todo’ pueden servir como enfatizadores en contextos negativos:

—¡No hay cosa en el mundo que me guste más! = ¡No hay nada que me guste más!

Si los usamos con suficiente frecuencia, acabarán adquiriendo esos significados negativos. Así ya no parece tan raro que en francés personne signifique ‘nadie’ o pas ‘no’, ¿no? Este otro ejemplo de aquí es precioso:

Más allá de este maravilloso cambio de significado, el catalán y el español tomaron caminos distintos. En las dos lenguas se acortó la frase original*, pero se hizo por sitios distintos: el catalán se quedó con res y el español, con nada (ese paso de -t- a -d- es totalmente regular en la evolución del latín al español). Acortar tampoco es raro, sobre todo en palabras que se usan mucho: si se fijan, las palabras gramaticales (como los artículos, las preposiciones, los auxiliares, etc.) tienen tendencia a ser más breves que las palabras léxicas (sustantivos, adjetivos…): eso es porque las usamos todo el rato y, además, son bastante predecibles, por eso nos permitimos con frecuencia pronunciarlas más rápida o descuidadamente o, incluso, cortar por lo sano, como en este caso.

Lo que me hace gracia de este acortamiento es que el español se quedó con la parte… absurda. ¿Qué es eso de quedarse con el adjetivo (‘nacida’) en vez de con el sustantivo (‘cosa’)? (Quizá esta es la típica cosa que solo me sorprende a mí, no sé.) ¡Y no es el único caso en el que lo hacemos! Cuando un inglés quiere acortar el saludo mañanero te dice «Morning» (sustantivo), comiéndose el good (adjetivo). Y cuando a nosotros se nos hace largo un saludo decimos «Buenas» (adjetivo), comiéndonos los sustantivos (¿tardes?, ¿noches? Días no parece, porque es masculino, aunque «Buenas» lo podamos decir en cualquier momento…). Esto me lo hicieron notar hace poco cuando mencioné que, en alemán suizo, antes de comer te desean «En guete», que significa literalmente ‘un buen’. No dicen el Appetit (sustantivo), porque se sobreentiende. Igual que para despedirse te desean «Schöne», literalmente ‘hermoso, bonito’. ¿Bonito qué? Pues día, tarde o noche, según la hora que sea. Qué va a ser. En todos estos casos, el adjetivo que sobrevive al acortamiento adquiere un significado nuevo, que ha absorbido de la combinación que formaba con el sustantivo que nos hemos comido: se ha lexicalizado.

Lo que no decimos… se sobreentiende. Te esperabas algo más sentido de este título, ¿eh? ¡Ja! Te atrapo con un título cursi y te echo una chapa sobre historia de la lengua y cambio semántico, a ver qué te crees que es esto.


*Parece que en al menos algunas variedades baleares se mantiene la forma res nat, sin acortar.

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