(Mi segundo) Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (y II)

El CIHLE no dura solo dos días, sino cinco (aunque el miércoles fue un día de menos trabajo y dedicado a una excursión a las ruinas de Pachacamac), así que aquí llega la crónica del jueves y el viernes.

La primera comunicación que visité el jueves las impartía Hugo Roberto Wingeyer, sobre la permeabilidad de rasgos lingüísticos típicos del contacto con el guaraní en la escritura de alumnos paraguayos y del nordeste argentino. Algunos ejemplos de estos rasgos: la doble negación (nunca no hay) o faltas de concordancia (nuestras lenguas fue modificada).

A continuación fui a ver a Cecilia Quepons, que habló sobre la extensión semántica del famoso pinche(s) mexicano, que ha adquirido usos aparentemente adverbiales muy semejantes a los que ha adquirido puto en español (ya pinches entiendo, su página está muy pinche pobre, quiero pinche dormir), algo que nos ha interesado a Ana Estrada y a mí. Es fascinante ver cómo palabras distintas siguen evoluciones tan semejantes a ambos lados del charco.

Volví a cambiarme de sala para ir a ver a Ioanna Sitaridou, que trató un tema muy candente en los estudios de la gramática histórica del español: ¿era el español antiguo una lengua V2? Y ustedes dirán: “¿qué es una lengua V2?”. Pues una lengua que necesita que el verbo esté en segunda posición, como el alemán moderno. El verbo debe aparecer siempre (en las oraciones principales declarativas) en la segunda posición gramatical, así que ‘Juan está ahí’ se puede decir Juan ist dort (literalmente Juan está ahí)o Dort ist Juan (lit. Ahí está Juan), pero no *Ist dort Juan (lit. Está ahí Juan), un orden que sí es posible en español. Y ahora ustedes se estarán preguntando: «¿Y cómo puede haber debate sobre esto? ¡O era V2 o no lo era!». Pues no es tan fácil, porque las lenguas V2 (alemán incluido) tienen excepciones y resulta difícil saber si las excepciones del español antiguo son semejantes a las del alemán moderno, ya que no tenemos acceso a la intuición de sus hablantes. Eso sí, Ioanna sostiene que el español, de V2, nada.

La última charla antes del café fue la de Carlos Sánchez Lancis (con Cristina Buenafuentes de la Mata, que no ha podido venir), que habló de la gramaticalización de camino de como locución prepositiva: es decir, el sustantivo camino, que tiene un significado concreto muy claro, ha adquirido un significado equivalente a una preposición de dirección (Con lo deliciosa que es la comida peruana, voy camino de volver a España en forma de globo aerostático). Uno de los resultados de la investigación: mientras que en España preferimos juntar la preposición de con camino, en América lo hacen mayoritariamente con a.

Después de la pausa de café fui a ver a Javier Herrero Ruiz de Loizaga, que trató de la evolución de nada más y no más con el significado de ‘solo’, que es una forma que a todos nos suena (acertadamente) americana. Pero históricamente no más se documenta antes (¿Por eso no más?, replicaba don Quijote) y nada más se impuso en España en el siglo XIX, mientras que en América ha ido avanzando más lentamente.

Luego le tocó el turno a Pedro Álvarez de Miranda, que explicó el origen y el uso histórico de la frase la impresión del grifo, que Quevedo usa en cuatro ocasiones para referirse a mujeres viejas de nariz puntiaguda (Quevedo gonna quevedear). Como ya había dicho Luisa López Grigera (porque Pedro quiso muy honradamente aclarar de quién era el mérito del descubrimiento), el origen de esta expresión está en el sello de la casa editorial de Sébastian Gryphe, que usaba sellos como estos en honor a su apellido:

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Pedro Álvarez de Miranda y el grifo

Después llegó la plenaria, a cargo de Rodolfo Cerrón Palomino, que disertó sobre el efecto de la forma del aprendizaje del español de los hablantes andinos de los siglos XVI y XVII sobre su variedad de español. Así, mientras que los quechuohablantes que aprendían el español en situación de inmersión (por ser mestizos, por ejemplo) o en contextos formales (como en los colegios de curacas) no presentaban los trastocamientos vocálicos típicos del español andino (vevienda por vivienda, por ejemplo), sí que lo hacían aquellos que aprendían el español de una forma más informal, a través del trato diario con los españoles. Las faltas de concordancia, sin embargo, parecen permear la escritura de todos estos hablantes, aunque en menor grado en los primeros.

Tras reponer fuerzas era la hora de la mesa redonda, sobre «Contacto y cambio semántico en la historia del español». Rocío Caravedo habló de la necesidad de incluir la perspectiva de la cognición y percepción de los hablantes en el estudio de su habla, con el ejemplo de los hijos de inmigrantes andinos en Lima, que, a pesar de ser monolingües en español siguen mostrando rasgos típicos del español andino, como es la concordancia variable de los pronombres le, la y lo. Wiltrud Mihatsch propuso una sugerente hipótesis del origen los marcadores tipo y onda (¿quedamos tipo 7?, con usos muy similares a en plan, por cierto) que combina el contacto lingüístico con el cambio pragmático: la contracultura de los años 60 y 70 introdujo una mayor importancia de los recursos atenuativos y el hecho de que marcadores de este tipo se encuentren también en otras lenguas, como el italiano, el portugués, el alemán.., etc., podría indicar que el origen esté en el famoso like del inglés. Cerró la mesa Azucena Palacios, hablando de fenómenos de contacto en Ecuador y en Paraguay. Azucena subrayó la importancia de estudiar el sistema propio de estas variedades de contacto, en vez de observarlos como meras rarezas caóticas causadas por otra lengua. Así, en español de Paraguay, ponerle un pasador a la niña por la cabeza no es una interferencia sin más, sino que es lo único que tiene sentido, porque ponérselo en la cabeza implicaría meterlo dentro (algo seguramente indeseado, al menos para niña).

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Quiero ver más sesiones plenarias llenas de mujeres, gracias.

El viernes había un programa menos apretado, aunque no por ello menos interesante. Empecé el día con la charla de Paul O’Neill, que argumentó en contra de la noción de morfema y sostuvo que los hablantes no manejamos un conjunto de sufijos y raíces y las reglas para combinarlos, sino que memorizamos palabras enteras que están conectadas entre sí y formamos patrones de flexión. Apoyó esta argumentación con una serie de ejemplos de regularizaciones morfológicas dentro de los paradigmas verbales en la historia del español que sería un poco complicado reproducir aquí, pero os dejo con una frase literal de Paul con la que estoy muy de acuerdo: “La lengua is a mess, es un lío, pero a los hablantes no les importa”.

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Paul disfrutando con patrones morfológicos

La siguiente sesión fui a ver a Larissa Binder, Johannes Kabatek, Philipp Obrist y Albert Wall (mis compis en Zúrich) que presentaron unas visualizaciones muy interesantes de la aparición a lo largo de la historia de la a que aparece en frases como El profesor remplaza al libro (que no significa lo mismo que El profesor remplaza el libro). Quedó muy claro que el uso de gráficos dinámicos (generados con el programa que inventó Hans Rosling en esta famosa charla), que representan la dimensión temporal por medio del movimiento de los símbolos, puede ayudar a entender mejor un fenómeno tan complejo como este, que necesita combinar muchos factores en su estudio. Por supuesto, insistieron también en adoptar una perspectiva crítica ante los nuevos métodos, que por muy llamativos que sean no son la panacea y no “muestran la evolución de la lengua”, sino que, como siempre, son conjuntos de datos estáticos procedentes de textos determinados y que, simplemente, se mueven. Esta sesión coincidía (ya es mala suerte) con la de Santiago U. Sánchez Jiménez, que habló sobre los usos, fijación y diacronía de la construcción en plan, que también me interesaba muchísimo. Ilustro aquí gráficamente (no dinámicamente) las sesiones paralelas:

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Zuriqueses a la izquierda y Santi a la derecha (esta foto cortesía de Santiago del Rey)

Santiago del Rey presentó un estudio interesantísimo sobre la oralidad elaborada, es decir, la variedad lingüística empleada típicamente en registros cultos orientados a la oralidad (definición libre del término de servidora), como los textos dialógicos o teatrales. Estudiando el uso de las estrategias coloquiales empleadas en traducciones en español de diálogos latinos obtiene un hallazgo genial: existen elementos coloquiales del latín que se incorporan al español. Normalmente pensamos en los calcos del latín como elementos propios de los registros más formales, pero esto no tiene por qué ser así: el latín, como lengua de contacto, pudo influir también al español coloquial (como hace ahora el inglés, que se nos cuela tanto en las conferencias más científicas como en las charlas más informales).

Después del café, Johannes Kabatek presentaba su nuevo libro Lingüística coseriana, lingüística histórica tradiciones discursivas, editado por mis queridos Cristina Bleorțu y David Gerards. El libro recopila varios de los artículos de Johannes sobre estos temas, algunos de los cuales están ahora disponibles en español por primera vez. Uno de los que más me gustan a mí es el de “Lingüística empática” (y me atrevería decir que a Johannes también le gusta bastante por cómo le brillan los ojillos cuando le piden que hable de él…). Como dijo él mismo, “la lingüística necesita tiempo y nuestros doctorandos necesitan tiempo”. True dat.

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La sala estaba hasta los topes

La última mesa redonda llevaba por título “Fuentes y métodos para el estudio de la variación sintáctica”. Virginia Bertolotti hizo un repaso a cómo ha evolucionado la lingüística “con datos documentados” (frente a la lingüística “con datos creados”) en las últimas décadas, explicando muy claramente que cada vez le pedimos más a los datos porque cada vez la disciplina exige más. E hizo notar algo sobre la necesidad de etiquetar los corpus con información sintáctica (exigencia de muchos lingüistas, sobre todo de aquellos que no recopilan corpus) con lo que estoy muy de acuerdo: ella no cree que debamos etiquetarlos sintácticamente porque “si ya supiéramos cómo era la sintaxis histórica del español no estaríamos creando el corpus”. Y es totalmente cierto: un etiquetado sintáctico automático seguramente se perdería todo lo interesante y un etiquetado manual… es justo lo que dice Viginia, un estudio exhaustivo de la gramática representada en el corpus. Andreas Dufter utilizó el ejemplo del hipérbaton (una ruptura de la cadena sintáctica, como en cuántos pisan faunos la montaña de Góngora, que significa ‘cuántos faunos pisan la montaña’, pero con cuántos y faunos separados, a pesar de que forman una unidad sintáctica) en la historia del español para responder a la pregunta de si los textos fuertemente latinizantes son legítimos para estudiar la sintaxis histórica del español. Es una pregunta apasionante, que se relaciona con esa idea laboviana de buscar la lengua vernácula, entendida como la lengua verdadera, pura y sin interferencias del estándar o de otras variedades de los hablantes. ¿Pero existe tal cosa? Y si existe, ¿es eso lo (único) que nos debe interesar? Creo que no somos pocos los que miramos la idea de la lengua vernácula con algo de escepticismo (por no decir prevención). Javier Elvira puso el foco de atención en aquellos cambios lingüísticos en los que una variante nueva no desplaza a una anterior y que, por diversos motivos, no forma una curva en S en su evolución. Un ejemplo bonito es el caso de alguien, que no hizo desaparecer a alguno, con el que competía, sino que encontró un hueco funcional distinto: ahora contamos con dos formas de significado similar pero de distribución sintáctica distinta (por ejemplo, decimos algún otro, pero no podemos decir ni alguien otro ni otro alguien, posibilidad que sí existía en español antiguo).

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Venga, me vale con ver más mujeres en las sesiones plenarias

La última charla del congreso fue la plenaria de Daniel Jacob titulada “Cuantitativo o cualitativo: los límites y las oportunidades del corpus histórico”. Jacob listó y comentó una nutrida serie de nociones que afectan a la aparente dicotomía entre lo cuantitativo y lo cualitativo. Como no tendría sentido repasarlas todas, me quedo con una advertencia importante que siempre debe tenerse en cuenta, referida al efecto garbage in, garbage out, acuñado por primera vez por William D. Mellin: si tus datos son problemáticos, por muchos que sean estos y muy sofisticados que sean los métodos estadísticos que emplees, tus resultados serán igual de problemáticos.

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La sesión de clausura que acababa (clausuraba, jijiji) el congreso

Bueno, el congreso acabó en realidad con la cenaza que nos metimos entre pecho y espalda la noche del viernes, ya todos relajados después de haber dado nuestras respectivas charlas, contentos de poder empezar a asimilar toda la información recibida con algo de pisco sour, digo, ceviche. Solo queda dar las gracias a los organizadores, que nos han tratado de miedo. The end.

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