«No sé hablar»

Antes del verano me llamaron por teléfono para persuadirme de que contribuyera a una ONG (espóiler, teleoperadores del mundo: soy fácil de persuadir) y, ya no recuerdo a cuento de qué, la señora que me llamó me pidió perdón por su forma de expresarse, que «su marido le decía que no sabía ni hablar». Evidentemente, me ofrecí a extenderle un certificado explicándole al pieza de su marido que su mujer habla perfectamente.

Hace unas semanas leí esta entrevista a un futbolista, Fali (parece ser un estupendo futbolista, pero admito que yo no sabía quién era: espóiler, futboleros del mundo, no me sé ni la alineación del Atleti), donde aparece este fragmento:

Fragmento de la entrevista a Fali

Otra vez el infame «no saber hablar». Les informo: en el mundo hay muy pocos adultos que no sepan hablar. En el mundo hay muy pocas personas de más de… ocho años, año arriba año abajo, que no sepan hablar. No saber hablar es el resultado de un deterioro cognitivo importante, que no es el caso ni de Fali ni de la teleoperadora que me llamó. En este contexto, «no saber hablar» significa ‘no manejar la lengua estándar’, que es una cosa totalmente distinta. En este blog ya hemos hablado de la norma (y del cambio lingüísticodel usode que la lengua la hacen los hablantesdel papel de la RAE) y no somos ajenas al hecho de que no saber manejar la lengua estándar tiene penalizaciones sociales importantes, pero la más grave parece ser la de convencer a la persona que no la maneja de que… no sabe hablar. La falta de autoestima que conlleva esto es tanto más grave cuando nos damos cuenta de que las normas del estándar son absolutamente arbitrarias (desde el punto de vista gramatical, aunque no del social).

Vamos al caso que dice Fali, que es uno de mis favoritos. El me se ha caído. La regla mnemotécnica que menciona el futbolista la habremos oído todos alguna vez (o casi todos los españoles, porque este orden de los pronombres no se encuentra ni en Canarias ni apenas en América), pero no sirve para explicar nada. De hecho, las semanas no van antes que los meses: las semanas forman parte de los meses. Y, aunque lo fueran: ¿qué tendrá que ver eso con los pronombres átonos del español? NADA. NA-DA. ¡Ja!, siempre me escamó esa explicación y por fin me ha llegado la oportunidad de resarcirme. La cuestión es que no hay ningún motivo por el que la secuencia se me ha caído sea mejor que me se ha caído. Estas secuencias de pronombres no existían en latín, así que no podemos aducir un argumento etimológico. Nacen en las lenguas romances. Y ahí está la prueba de que la arbitrariedad gramatical del estándar: en italiano el orden estándar es el contrario: mi si é rotto un dente es como se dice ‘se me ha roto un diente’, pero literalmente es me se ha roto un diente (bueno, me se es roto un diente, pero ese es es por otras cosas que no vienen al caso).

Los lingüistas se han devanado los sesos para explicar los órdenes de los pronombres en las lenguas romances y, honestamente, estamos lejos de llegar a una regla elegante que te haga exclamar «¡Ah, claro, tal orden es el más lógico/eficiente/útil!». No. Son un caos. Son como son porque sí y podrían haber sido de cualquier otra manera, como nos demuestran las diferencias entre lenguas… y la variedad interna de las lenguas. Porque la demostración de que podrían haber sido de otra manera la tenemos en el propio español, que nos da los dos mundos posibles: aquel en el que las semanas van antes que los meses y aquel en el que los meses van antes que las semanas. Uno de esos dos mundos se convirtió en el culto y el otro se consideró vulgar, pero, desde el punto de vista de la eficacia comunicativa o la lógica del sistema, los dos son igualitos. Fali, habla usted divinamente. Simplemente usa una variedad a la que no le ha caído en gracia ser la variedad estándar, pero le puedo asegurar que las dos son exactamente igual de inexplicables. Y, además, no está usted solo: estas formas, aunque cada vez menos usadas, se usan en muchas hablas no normativas y son especialmente frecuentes en el oriente y el sur peninsulares (el levante y el mediodía peninsulares, por si me lee algún meteorólogo). Aquí les dejo un mapita a partir de los datos del COSER.

Dejo por aquí la referencia del artículo para el que hice el mapa, por si quieren saber por qué me apasionan los llamados «vulgarismos»

Pues eso. Que decirle a la gente que no sabe hablar sin haber pasado días tratando de averiguar los condicionamientos sistémicos del orden de pronombres del español es intrusismo laboral y…, venga, otro espóiler: sale regular.

2 comentarios en “«No sé hablar»

  1. El resumen de lo que ha sentido mucha gente que conozco: toda una vida han tenido vergüenza de cómo hablan y en realidad no pueden hablar de otra manera porque eso lo han aprendido de sus padres y de su comunidad.
    Claro, su comunidad no era la élite ni la aristocracia sino la que trabajaba el campo.
    Gracias MESEvadelalengua, que es como yo lo digo!!!!

    1. Gracias a ti por leer, José 🙂 Así es, es terrible que la educación consiga generar vergüenza por formas de hablar que no tienen nada de malo en sí mismas.

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