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Sarao suizo

Seguro que están hartos de pensar mal de Suiza últimamente, así que voy a contarles yo algo bonito. Ayer en la Universidad de Zúrich se organizaba una Linguistischer Nachmittag (‘tarde lingüística’) gracias principalmente a Robert Schkowski. Consistió en doce charlas de diez minutos cada una (siete de presentación y tres de preguntas, nada sencillo) en las que se presentaron distintos proyectos de lingüística en curso en la Universidad de Zúrich, seguidas de una sesión de pósteres de otros veinte proyectos más o menos. Además, la primera parte, la de las charlas, era competitiva, así que la presentación más aplaudida se llevó un iPad, y la de los pósteres estuvo acompañada de aperitivo, pero tampoco vamos a regodearnos…
Interesante y hasta arriba de gente: el aula de las charlas tenía capacidad para 70 personas y había unas cuantas personas de pie. Yo nunca había hablado delante de tanta gente. Que tampoco es un dato muy significativo, pero lo añado por su efecto retórico.
Vayan unas pinceladas de algunos de los proyectos que se presentaron:
Flurina Wartmann es geógrafa, pero tiene un proyecto en el que intenta hallar una forma de representar el conocimiento local (local del Amazonas boliviano, digo) sobre el paisaje en los mapas. Para ello, necesita documentar los términos que emplean las comunidades indígenas para referirse a dicho paisaje. Incluir esos conocimientos en los mapas es importante porque encierran información interesante: por ejemplo, los salitrales no suelen aparecer en los mapas, pero conviene saber cuándo se está cerca de uno, porque hay restricciones para cazar.
Mark Fishel trabaja en un proyecto de lingüística computacional en el que se está diseñando un programa de traducción automática que sea capaz de «aprender» las lenguas por sí mismo, en vez de precisar un montón de vocabulario y reglas gramaticales de una lengua en concreto. Se le proporcionan corpora paralelos (traducciones) de varias lenguas y el programa va deduciendo las correspondencias, por lo que el mismo programa sirve en teoría para traducir de cualquier lengua, siempre que tenga suficiente material para aprenderla.
Simone Pfenninger nos ha mostrado una aplicación (Lesikus) que han diseñado para ayudar a los niños con dislexia en la para ellos complicada tarea de leer y escribir una —o más— lengua(s). Funciona como un juego, es competitivo y reciben puntos, estrellas luminosas o lo que sea que se suele recibir en los videojuegos cuando se hacen las cosas bien. Los resultados que nos mostró eran muy prometedores y mostraban que este entrenamiento ayudaba eficazmente a los niños.
Kostis Dimos estudia la prosodia del habla musicalizada del Composed Theatre. Suena tan raro como es y es tan interesante como raro. Este es un tipo de teatro con reminiscencias dadaístas y mucho espacio para la improvisación. Por ello el uso que hacen de la entonación —y de los diferentes tipos de voz, por ejemplo— es un buen campo de investigación de las posibilidades expresivas y emocionales de la voz, independientemente de las posibilidades de la lengua.
Sarah Ebling trabaja desarrollando una aplicación (Trainslate, me encanta el nombre) para traducir automáticamente los mensajes de la compañía suiza de trenes a la lengua de signos suizo-alemana. Cuando esté lista, la comunidad sorda suizo-alemana podrá tener toda la información de la megafonía de las estaciones signadas por un avatar en sus móviles.
Podría seguir, pero creo que se hacen una idea. Una gozada.

La experiencia Lipski

El miércoles pasado aterrizó en Zúrich el profesor John Lipski, superhéroe experto en el español en contacto con otras lenguas y buen conocido de cualquier estudiante de Filología Hispánica. Lo había invitado Johannes Kabatek, responsable desde septiembre de la cátedra de Lingüística Iberorrománica de la UZH —y jefe de servidora—, para dar varias charlas sobre esa su especialidad. Durante el jueves y el viernes, el profesor Lipski ofreció cuatro conferencias (tres el viernes y sin despeinarse), a las que acudieron muchos estudiantes y doctorandos de Zúrich e, incluso, profesores de otras partes de Suiza y Alemania (además de buenos amigos). ¡Un lujo!
Los dos Juanes: John y Johannes.
El jueves, el profesor Lipski nos habló del famoso portuñol, explicándonos que no es una lengua distinta, sino fenómenos de interferencia que se dan inconscientemente cuando hablantes de dos lenguas tan similares como el español y el portugués hablan en la otra, en la no materna. Lipski conoce muy bien las fronteras de Brasil con los países hispanohablantes vecinos y nos mostró, entre otras cosas, cómo la descripción de lo llamado «portuñol» depende crucialmente de la situación socio-política de cada área. En algunas zonas, la frontera es imperceptible; una acera pertenece a Brasil y la otra a Uruguay o para pasar de Brasil a Paraguay solo hay que cruzar un pequeño río, mientras que en otras es necesario pasar un estricto control para llegar de Argentina a Brasil. Esto, claro, tiene consecuencias en cuánto y cómo se habla una, la otra o ambas lenguas.
Las tres sesiones del viernes fueron todavía más interesantes. En la primera expuso el caso del español en contacto con el inglés en los EEUU. ¿Es el spanglish una lengua diferente del español y del inglés? Pues no. Como nos mostró Lipski, los hispanos de los EEUU pueden hablar inglés, español (con bastantes préstamos del inglés, como ocurre en cualquier situación de contacto) o pueden hablar un poco de cada en la misma conversación. Es lo que se conoce como code-switching (‘cambio de código’), fenómeno muy habitual en las situaciones de bilingüismo.
Me gustó mucho el estribillo con el que el profesor Lispki explicó que esta mezcla no supone un menoscabo de ninguna de las dos lenguas, sino que es una habilidad extra que tienen los hablantes bilingües. ¿Por qué el cambio de código? Because we can. Y si no están convencidos, échenle un vistazo a este vídeo —vale con el principio—. 

 
En la siguiente sesión, Lipski nos habló de la llamada media lengua (o chaupi shimi), hablada en Ecuador. Cuidado, que aquí me empiezo a emocionar. La media lengua es una variedad fruto del contacto entre el español y el quechua, pero aquí sí que debemos hablar de una lengua distinta. En media lengua, las palabras léxicas (los sustantivos, los verbos, los adjetivos: casa, silla, querer, comer, guapo y carismática) vienen del español, pero los morfemas gramaticales y la estructura sintáctica (las preposiciones, los morfemas de caso…) son las del quechua. Uau, ¿no? Las lenguas híbridas no son muy comunes, pero interesantes, un rato. Un par de ejemplos:

Español: Vivo en Quito.
Quechua: Quitu-pi causa-ni
Media Lengua: Quitu-pi vivi-ni
Español: Como pan
Quechua: tanda-ta micu-ni
Media Lengua: pan-ta cumi-ni


Insisto, uau. La última sesión se la dedicó al palenquero, lengua hablada en San Basilio de Palenque, Colombia, por descendientes de esclavos cimarrones. El palenquero es un criollo del español. ¿Un lo qué? En algunas situaciones de contacto lingüístico, la organización social hace que este contacto pueda ser muy asimétrico y que la variedad que surge del contacto sea muy peculiar. Un ejemplo de libro es el de los esclavos africanos llevados a América, provenientes de tribus distintas —con lenguas distintas— y que, por supuesto, no sabían español ni portugués. Estos desarrollaban una lengua simplificada (pidgin), con elementos de sus varias lenguas maternas y de la lengua europea superpuesta. Lo emocionante es que, cuando este pidgin se transmite a la siguiente generación, que lo adquiere como lengua materna, esta generación «dota» al pidgin de una estructura gramatical sistemática de la que hasta entonces carecía. ¡Acaba de nacer una lengua criolla! Lo alucinante llega ahora: todos los criollos del mundo presentan estructuras gramaticales muy parecidas, lo que despierta muchas preguntas acerca de nuestro cerebro y la cuestión de qué hay de innato en el lenguaje humano.
Si les interesa oír algún ejemplo del palenquero —o aprender alguna frase—, prueben con este vídeo (hacia la mitad es cuando llegan al meollo lingüístico):

Como adivinarán, salimos todos encantados de la experiencia Lipski. Pero yo diría que no fue solo porque los temas fueran apasionantes, que lo fueron, sino porque supo transmitirnos la honestidad con la que recoge sus datos y trata a sus informantes —y amigos— y mostrarnos que un buen análisis lingüístico —que explique qué fenómenos surgen del contacto y cuáles no ocurren nunca— puede (y debe) ayudar a desterrar los tópicos sobre las variedades que surgen del contacto, generalmente maltratadas socialmente. Porque hacemos muchas cosas con nuestra(s) lengua(s) because we can, sí, pero la estructura del lenguaje nos impone unos límites that are always met.
A ver si se creen que no lo celebramos… Con catering español. What a salmorejo…

Entre signos anda el juego

Yo estaba escribiendo otro post, pero tendré que sacarlo mañana porque, como bien me aconsejan, debo aprovechar el tirón del momento.[1]Supongo que a estas alturas ya han leído o visto todos esto:

¿Se la habrá vuelto a colar El Mundo Today a los periódicos «de verdad»?

Parece ser que ayer, en el funeral de Mandela, hubo un tipo que se hizo pasar por intérprete de lengua de signos y se la dio a todos (los oyentes, claro) con queso. De ser cierto, y supongo que lo es, porque está en todos los medios (no se me rían, háganme el favor), la historia está entre escandalosa por el poquito respeto del individuo hacia los sordos y tremendamente cómica. Hay que tener morro para colarse en el funeral de Mandela, subirse al estrado al lado de Obama y fingir que se le está interpretando. Para picaresca española y más cara que espalda, este.

Yo no sé ninguna lengua de signos, así que no me atrevo a pronunciarme, pero sí que parece que el señor signa un poco raro (¡qué serio está!, será para que no se le escape la risa). Claro, que también me ha parecido consistente en sus signos, así que ya nos dirán si lo que pasó es que no tenía ni idea de lengua de signos o que estaba signando en una que no era la que entendía el público. Porque, señores, y esto puede ser una sorpresa para muchos: la lengua de signos no es una, sola e internacional, sino que hay un buen montón de ellas. Según Ethnologue, de hecho, hay 137.

Esto puede sorprender a muchos, porque casi todos sabemos muy poquito de las lenguas de signos, pero la gente tiende a pensar que la lengua de signos es una invención y que todos los sordos manejan la misma. Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Las lenguas de signos son lenguas naturales, como el español, el chino o el oromo, que surgieron en comunidades de sordos de forma natural y son transmitidas y adquiridas también de forma natural. (Aunque es obvio que las condiciones de aprendizaje de las lenguas de signos no son iguales a las lenguas habladas: si los padres del niño sordo no saben una lengua de signos, el niño no la puede adquirir en casa, por ejemplo, por lo que hay más variedad de casos que en las lenguas habladas). Pero a estas alturas de la vida, los que saben de esto están de acuerdo en que son tan lenguas como cualquier otra.

Y cuando digo como cualquier otra, me refiero a que son profundamente especiales respecto de todas las demás, aunque presentan semejanzas. Tanto las diferencias como las semejanzas de las lenguas de signos con las habladas son muy interesantes para algunos debates de la lingüística, como el de qué hay de universal en el lenguaje. (Uno de los universales lingüísticos más conocidos es el de que todas las lenguas tienen vocales orales. Ya, bueno…)

Y no es el único aspecto de la lingüística que puede revolucionar el tomarse en serio a las lenguas de signos. En ese otro post que estaba escribiendo les voy a contar lo que es un criollo, pero les adelanto que es una lengua nueva que puede crearse en cuestión de dos generaciones. Los criollos hablados surgen a partir del contacto de por lo menos otras dos lengua, también hablados. El único ejemplo del surgimiento de una lengua nueva a partir de la nada (entiéndase como que no es la modificación de otras lenguas previas) nos la da la Lengua de Signos de Nicaragua, que surgió cuando, por vez primera, pudo formarse una comunidad de sordos en el país.

Una vez que ya uno ha aprendido que hay más de una lengua de signos, llega otra sorpresa: «A ver, a ver, un momento, ¿cómo que British Sign Language y American Sign Language? ¡Habrá una del inglés y ya está!». Pues tampoco. Las lenguas de signos no tienen nada que ver (bueno, nada tampoco, son lenguas en contacto y eso hace que se influyan mutuamente la lengua hablada influya a la signada) con las lenguas habladas en el mismo territorio. Esto es, no son traducciones de una lengua hablada a los signos, sino que ambas son independientes entre sí. Por eso, las familias de las lenguas de signos no tienen nada que ver con las familias de lenguas habladas. Una grande, por ejemplo, es la familia de la lengua de signos francesa, que incluye también a la americana (que no británica y que además significa estadounidense) y a bastantes más. El motivo de que lenguas de zonas tan alejadas estén relacionadas entre sí es simple: la lengua de signos francesa es la que se enseñó en los primeros colegios para sordos estadounidenses, que luego se llevó a otros lugares, etc.

Aunque las lenguas de signos sean como cualquier otra, las comunidades que las emplean no lo son y, de hecho, la existencia de comunidades sordas es bastante reciente en casi todos los lugares del mundo. Esto explica que las lenguas de signos se hayan transportado de un país a otro, pues es un proceso que ha ido de la mano de las iniciativas educativas para la población sorda. Sin embargo, existen también comunidades aisladas en las que el porcentaje de sordos llegó a ser tan alto que la lengua de signos (¡indígena!) se emplea incluso entre los oyentes. Es lo que ocurre con la lengua adamorobe, de Ghana.

Pues sí, amigos, todo esto venía más o menos a cuento de la noticia del impostérprete (la de El Mundo es la primera que he visto y de la que hablo), que me ha recordado lo poquito —¡nada!— que sabía yo de las lenguas de signos antes de 2009, cuando pasé dos semanas en Londres con más de 10 sordos (y 4 intérpretes, dos de ASL —lengua de signos americana— y dos de BSL —lengua de signos británica) aquí. Así que cuando he leído lo de que «Soy sordo y no comprendo lo que dice», que dicen que dijo uno, he pensado: «Anda, y yo bien que les oigo, pero no comprendo nada de lo que dicen los checos». Mañana, criollos y contacto de lenguas, ya verán por qué.

[Actualizo brevemente, porque han encontrado al intérprete y ha dicho que sufrió un ataque de esquizofrenia.]



[1] El 10 % de los beneficios de este post es para Fernando Díaz Madrigal. El contrato que así lo indica fue suscrito por el beneficiario motu proprio, a pesar de ser un hombre de ciencias y saber de marketing, pues también sabe perfectamente cuánto es el 10 % de nada de nada. PERO ES BUENA GENTE.

Oriente 2013

Con imperdonable retraso (mudarse lleva su tiempo), llega, ¡tatatachán!, la crónica de la última campaña COSER, Oriente 2013. Aunque ya nos estarán imaginando ustedes persiguiendo una estrella y cargaditos de oro, incienso y mirra, les hablo del Cercano Oriente (aunque por Campo de Mirra sí que pasemos): ese trocico donde el catalán, el aragonés (o al menos muchos de sus rasgos) y el castellano hacen frontera. Vean en el mapa, vean, lo que 23 encuestadores (Inés, Olga, Javi, Mónica, Jaime, Víctor, Emeli, Sergio, José Ignacio, Juliette, Ana, Bea, Elena y Elena, Fernando, José Luis, Judit, Álvaro, Quique, Araceli, Purificación, Yanina y una servidora) nos recorrimos en tan apenas seis coches: (un pelín de) Teruel, Castellón, Valencia, Alicante y Murcia.

El porrón de enclaves encuestados en Oriente 2013

 

Si la tiña envidia no les corroe aún, es porque no los entienden a nosotros, los filólogos, que disfrutemos muncho por ahi riba y por ahi bajo. Además hamos tenido una campaña de lo más especial, porque celebremos 25 años del COSER y la (casi) compleción de las entrevistas por la Península. Para ello, como no podía ser de otra manera, cayó algún señor arroz y algotro regalo especial, además de que contemos con la presencia de grandes figuras históricas de las encuestas. Aunque todavía no obra en mi poder la tradicional foto de grupo, en esta nos se ve a muchos:

 

A falta de una foto de todo el grupo, valga una en la que se observa la capacidad de no llamar la atención de los encuestadores COSER (ar fondo, tos junticos), mientras la jefa (Inés Fernández-Ordóñez, de rojo) prueba su propia medicina: una exhaustiva entrevista semidirigida.

 

*Update: ya tenemos fotico.

Todos. Bueno, falta Olga, pero ya es una costumbre suya. Lo más ordenadamente que puedo: Mónica, Juliette, Sergio, Quique, Yanina, Álvaro, Elena, Fernando, José Luís, Elena , Puri, Javi, Emeli, Víctor, Judit, Nacho, Irene, Carlota, Araceli, Jaime, Inés, Bea y Ana.
Fin del update*

 

Si me pongo a hablar del sinfín de fenómenos lingüísticos, documentados y por documentar, que nos encontramos, me vuelven a dar los sofocos y no acabo. Pero voy a aprovechar la coyuntura para colarles una pintada que se ve yendo por la A-3, en un puente a la altura de Cheste, y que viene pintiparada a la cuestión de los dialectalismos orientales.

 

 Fuente de la foto (en Internet están hasta las pintadas que ve una desde el coche)

 

Es bien sabido que los catalanoparlantes son muy de decir eso de habían muchos coches. No hay purista de buenas costumbres que no tuerza el gesto cuando se cruza un ejemplo de haber concordado: «¡Pero que es había, so bruto!». Claro que ya me van conociendo ustedes y saben que, como me llamen bruto a un hablante nativo, les tengo que soltar una colleja si están cerca y un espich si están lejos. El haber concordado no va a ser una excepción y a falta de collejas buenos son espiches.
 Lo cierto es que que haber concuerde con su objeto no es nada raro… Con un poquito de inglés que sepan ya ven por dónde voy, pues es precisamente lo que ocurre en esa lengua; que there is a car in the street, pero there are some more over there. Antes de que me acusen de hacer trampas, admitiré que hay una diferencia importante entre el inglés y el español en este tema (que, por cierto, se llama construcción existencial, por aquello de que informa de la existencia de algo). En inglés usan el verbo to be ‘ser/estar’ en la susodicha, por lo que parece lógico que aquello que es/está concuerde con el verbo, por ser su sujeto; mientras que en español usamos el verbo haber, que antes significaba ‘tener’ y, claro, lo que tenía era un objeto. ¡Ay, la lógica, qué risa! Fíjense, fíjense; resulta que, igual que en español existe la tendencia a hacer sujeto lo que hay mediante la concordancia con el verbo (habían coches), en inglés existe la contraria: hacer de lo que es y está objeto y fijar el verbo en singular (there’s cars). Que tantos hablantes no se aclaren nos dice que las dos posibilidades deben de tener sus ventajas y por eso la variación entre ambas es, además de natural (como toda la variación lingüística), frecuente.
 Voy con la pintada, que no se me olvida, no. Habrán crisis hasta que haya ética. Vaya ejemplo precioso les traigo; de esos que, si llevara alguien una tarde a la RAE (ejem, no es una sugerencia velada, ejem), se desataría el caos en la Docta Casa. ¡No será pa tanto! Pues sí que lo es, porque en este caso, la incorrección normativa le da mil vueltas a su versión «correcta», que ya debe estar agachada en un rincón, abrazándose las rodillas y balanceándose rítmicamente.  
 Crisis, sustantivo que nos es tristemente familiar, es un helenismo de estos que no cambian de forma en plural. Vamos, que a la lengua le da igual si la crisis es solo una y económica o si en realidad tenemos muchas crisis; económicas, políticas, de valores, del madridismo y no sé cuántas otras llevamos ya. De ahí que la forma estándar de nuestra frase, Habrá crisis hasta que haya ética, no solo sería ambigua acerca de la cantidad de crisis de que se habla, sino que en el contexto actual lo lógico sería interpretarlo como un singular: LA crisis, con artículo definido, la que lleva ya un tiempo echándonos a la calle, en todos los sentidos. Así pues, la única forma de decir lo que se quería decir sin ambigüedad posible y sin usar una sola palabra de más era pedirle al verbo que dejara claro que esas crisis eran varias: habráN crisis. Con esto ya no queda duda, no hablamos de LA crisis, sino de todas las crisis.
 La próxima vez que les enerve oír a alguien decir habían árboles o hubieron coches, acuérdense de que esta forma de hablar, sancionada (negativamente) por la oh-adorada-y-temida Real Academia Española, es más funcional que la sancionada (positivamente) por la misma.
 (Philologed, que diría Marshall Eriksen.)

De aquí para allá y de allí para acá


 Algunas palabras, como las personas, necesitan un punto de referencia. Por ejemplo, aquí no se entiende sin saber dónde está el que lo dice y ahora cambia a cada instante. Tenemos, también, varios verbos que dependen del lugar en que se digan: solo podemos ir a un sitio diferente del que estamos, mientras que venirsiempre lo hacemos al mismo sitio desde el que lo decimos. Es por eso por lo que no podemos ir y venir a la vez o por lo que cuando tú vas, Chenoa viene de allí. Esta referencia a elementos del contexto es lo que los lingüistas llamamos deixis, pero no se preocupen, que no me voy a poner filológicamente intensa.
Con otra pareja de verbos, emigrar e inmigrar, ocurre justo lo contrario que con ir y venir: son cosas que suceden a la vez, pero desde perspectivas distintas. Emigra el que se va de su país e inmigra el que llega a otro. Siendo, claro, una única persona. Que parece que no, a juzgar por los muy distintos sentimientos que despiertan emigrantes e inmigrantes en sus respectivos puntos de referencia, pero sí.
Llevo ya unos días pensando que el hecho de que el español tenga dos verbos para ‘irse de un país a otro’ es un ejemplo de iconicidad de la lengua. Eso significa que la lengua refleja en su forma algo de la realidad, como un espejo. Dos verbos para un único suceso, como reflejo de los sentimientos encontrados que causa el suceso en cuestión. Venga el ejemplo:
El que emigra deja su casa y se pone a echar de menos. Echa de menos a su familia (padres, hermana, abuelos, tíos, primos y perros, todos incluidos). Echa de menos a sus amigos del cole y a los de la universidad; a sus amigos de muchos veranos y los de unas cuantas semanas en Etiopía, que allí es tiempo más que suficiente para una amistad. A sus compañeras de despacho y a su directora de tesis. Echa de menos a los filólogos y echa de menos a los abogados. Incluso a los amigos que ya habían emigrado y a aquellos que no vivían en su país, los echa un poquito más de menos. Por ir resumiendo, le da penilla irse y no estar a solo quince minutos de atasco de tantísima gente.
El que inmigra aparece, lleno de ganas, en mitad de los Alpes. Aprende otra lengua y, si tiene suerte, aprende dos: el alemán estándar y el suizo. Llega a una universidad fantástica muy bien acompañada y se llena la cabeza de proyectos (nuevos y viejos; voy a acabar la tesis, que no cunda el pánico). Hace nuevos amigos: indígenas, inmigrantes e incluso otros emigrantes con los que se pueda cenar tortilla de patata a las diez y media de la noche. Y además solo está a un par de horillas de casa. Siendo, claro, una única persona. Que parece que no cabe, pero sí.
Se me altera la deixis y me cambian los aquís y los allís, las idas y las venidas. Me voy de asistente de la cátedra de Lingüística Iberorromance a la Universidad de Zúrich. Suena bien, pero es mejor. Grüezi, Zürich!

Con un sí por respuesta / Take yes for an answer!

(English translation below)
Para todo Zway, por enseñarme muchas más cosas que amárico.
Pues parece que el verano se acaba y antes de que se me llene el blog de germanismos voy a contaros una genialidad etíope. Ya han pasado casi tres semanas desde que volví de Zway, tiempo en el que he contenido las ganas de escribir con prosa azucarada sobre sonrisas, café y palomitas. Pero ya vuelvo a ser capaz de escribir asépticamente de cosas igual de emocionantes (me refiero a la lingüística, OBVIAMENTE), así que aquí va una pequeña sesión de gestos y comunicación no (muy) verbal en Etiopía y más allá.
Si han tratado ustedes alguna vez de comunicarse en una lengua lejana, lejana, de esas con consonantes glotales y verbos con flexión de género, lo más probable es que pensaran: vamos a recurrir a los gestos, que es más fácil. SÍ, YA. Por poner un ejemplo, en Etiopía no se asiente subiendo y bajando la cabeza. Se enarcan las cejas. Y eso, cuando se está en plan silencioso. Cuando no, se traga aire, a veces de forma tan exagerada que, al lego, le puede parecer que a su interlocutor le está dando algún tipo de ataque de ansiedad, que es exactamente lo que me pasó a mí mi primer año. Cada vez que preguntaba algo y me contestaban afirmativamente con tan ruidosa aspiración, me veía en la obligación de preguntar si se encontraban bien, a lo que me respondían con una aspiración todavía más ruidosa, entrando en un terrible círculo vicioso.
(Curiosamente, esta misma aspiración afirmativa se da también en Irlanda y en Escandinavia.)  

Por supuesto, acostumbrarse a enarcar las cejas o aspirar las afirmaciones es una cuestión de días y enseguida deja de sorprenderle a uno que todo el mundo lleve duples o trague aire cuando se le hace una pregunta. Pero me ha recordado a esa escena genial de Malditos bastardos en la que se descubre el pastel por ignorancia gestial. Archie Hicox es un inglés haciéndose pasar por alemán y, al pedir tres vasos levantando el índice, el corazón y el anular se delata, pues los alemanes muestran el tres con el pulgar, el índice y el corazón:
Hace poco (en Bélgica, cosas de la vida), descubrí que los alemanes no son los únicos raritos, y que los surcoreanos dicen tres de la misma forma:

 Ginny, la coreana más dicharachera, mostrando cuántas Leffe quiere.
CIAO, BÄK’A, ÏSHI?
TAKE YES FOR AN ANSWER!
To everyone in Zway, for teaching me so much more than Amharic.
So, summer is over and before this blog gets a Swiss flavour I need to at least mention Ethiopia. It’s been around three weeks since I came back from Zway, and during that time I’ve been refraining myself from filling this up with gooey stories about smiles, coffee and popcorn. But I have already recovered my aseptic-writing skills, which I will use for equally exciting stuff (linguistics, OBVIOUSLY). So here it goes, a tiny dissertation on gestures and (kinda) not verbal communication in Ethiopia and beyond.
If you’ve ever tried to communicate in a really, really distant language, one of those with plosive consonants and gender inflection in the verb, probably you thought that using gestures would make it easier. OR WOULD IT? Just an example, in Ethiopia they don’t nod by moving up and down their heads. They raise their eyebrows. And that’s just when they don’t want to be loud. They can also do it by taking a deep breath, maybe leading the inexpert hearer to believe that they are having an anxiety attack. At least that’s exactly what happened to me in my first year in Zway. Everytime I asked something and obtained an inhalation for an answer, I asked back if they were feeling all right and got a noisier and more worrying inhalation: a terrible vicious circle.
(Interestingly enough, you may get the same inhaled affirmative response in Ireland and Scandinavia.)
 Source 
Obviously, getting used to raise one’s eyebrows or inhaling loudly whenever you want to say yes is a matter of time. But it reminds me of that great scene in Inglourious Basterds when some gestural ignorance spills the beans. Archie Hicox is an Englishman pretending to be German, but he reveals himself when asking for three glasses by showing the index, middle and ring fingers instead of thumb, index and middle fingers, which is the ‘German way’:

Not long ago (in Belgium, life is sometimes weird) I discovered that Germans aren’t alone in their eccentricities: South Koreans show number three in exactly the same way:
Ginny, the liveliest South Korean, showing how many Leffes she wanted.
ቻው በቃ፡ እሺ?

Andalucía 2013

Hay una mihilla menos de un año les resumí la campaña de encuesta del COSER Andalucía 2012 y ahora es el momento de hablarles de Andalucía 2013, de la que regresemos el miércoles pasado, tras una pila de días recorriendo Granada, Almería y una pocaMálaga.
Esta vez habíamos 21 criaturas, que hemos encuestado 80 pueblicos de naíca. Vamos, que nos se ha pegao to el equillo andalú y no ha quedado nadien sin enseñarse a matar un marrano; bueno, un chino; quiero decir, un guarro
Las más de las charlas filológicas han versado sobre adverbios y orientalismos, pero sobre todo bemos hablao de bichas que maman de las mujeres y en esas entremedias hacen de chupete para los zagales, lagartos intrusivos de la intimadad femenina, robos de hembras o vivir en cuevas.
Como pueden ver, semos una familia de varones y hembras bien guapos, nuevos y elegantes:
 Jose, Araceli (¡felicidades!), Inés, Yanina, Bea, Piedad, Ana Elena, Javi, Víctor, Miriam, José David, Mónica, 
Sergio, Carlota, Paula, Judit, José Luis, Eveline, Alberto y Olga y Cristina, que están aunque no se les ve
Acabo con un dicho recogido en Los Tablones, en plenas Alpujarras, de regalico para la cumpleañera, por ser la más interesada en las opiniones sociolingüísticas de nuestros informantes: En Madrid son tan finos que los perros dicen guado y los gatos, miado. ¿A que ahora sus queréis hacer filólogos? Pues darse prisa, a ver si susvenéis algún día a encuestar, que nosotros estamos deseando devolver. ¡Hasta aluego!

El COSER y el Día de las Humanidades Digitales

Hoy se celebra el Día de las Humanidades Digitales, cuyo objetivo es dar visibilidad a aquellos proyectos que aúnan humanidades e informática. Y qué mejor momento para hacer un poquito de publicidad del Corpus Oral y Sonoro del Español Rural: el COSER.
El COSER es un corpus (conjunto de textos, en este caso orales) que documentan el español peninsular rural a base de entrevistas semidirigidas. Ya les he hablado más veces de él, pues tengo la gran suerte de participar en el proyecto. Lo dirige Inés Fernández-Ordóñez , que lleva más de veinte años recorriéndose la península con ayuda de alumnos y otros profesores y preguntando sobre las costumbres antiguas de cada zona.
Buscando informantes en Almadén de la Plata, Sevilla. (Foto de Paula Pérez)
Hace unos poquitos meses completamos un proyecto del Ministerio gracias al cual pudimos subir a la red las transcripciones y los audios de 120 localidades. Les aconsejo muy vivamente que las prueben. Si no tienen pueblo, porque gracias al COSER pueden casi vivir la experiencia de tenerlo. Y si lo tienen, para ver si ya lo hemos encuestado. Pinchen, pinchen.
Por cierto, que les escribo desde Torrox, en plena campaña de encuesta Andalucía 2013.

Belguismos GENTiles

Sé que he estado muy callada estos últimos meses. Mis planes de comentar a todo comentar cosillas sobre el flamenco (el idioma) no era más que la típica promesa electoral, así que me vi obligada a no cumplirla, claro que por fuerza mayor. Me obligó Europa, sí, pero ahora tengo un archivo de texto llamado “Capítulo 1” de más de 100 páginas que me hace pensar que Yes, I can. Me queda, pero I can.
Aunque nunca es tarde, si la dicha es buena, dicen. Y yo buena no sé, pero redicha un rato. El plan de hoy es un comentario lingüístico de fotografías[1], de aquellas que fui haciendo estos meses pensando en el blog y que luego se quedaron enterradas en alguna esquinita de mi ordenador. Pasear, visitar, conocer, vivir y fotografiar un país bilingüe en el que además se habla una lengua germánica poco conocida (estoy hablando de Bélgica, para los despistados) hace que cualquier filólogo tras ver cuatro carteles se sienta un sir William Jones en potencia y se ponga a sacar reglas de evolución fonética como churros (churros de muchas y de malas, digo), usando el inglés para el método comparativo. Pero no se preocupen, les ahorraré mis cábalas fonéticas.

‘Casa de cerveza’, en Groentenmarkt, Gante
Una de las cosas que más gracia hacen al lego del neerlandés es que casa es huis. Vamos, que house, en vez de house, es huis. “Jujujú, huis”  es la reacción más extendida.  Lo curioso, sin embargo, es que grafías tan dispares como la inglesa house, la neerlandesa huisy la alemana haus encubren pronunciaciones bastante parecidas (que pueden oír en los enlaces).

De esto que estás visitando la torre del campanario de Gante, llegas a un piso lleno de campanas y tratas de descifrar el cartel que da información de los relojes, klokken. ¿Reloj? ¿Reloj? ¿Pero qué reloj, si esto son campanas? Efectivamente, klok en neerlandés no es solo ‘reloj’, sino también ‘campana’. O mejor dicho, en inglés clock no es ‘campana’, sino ‘reloj’. Es la palabra inglesa la que viene del neerlandés medieval clocke, tomada a su vez del francés antiguo cloque, que venía del latín medieval clocca, y cuyo origen es probablemente celta (el Marco Polo de las palabras, sí), todo esto si el Online etymology dictionary no miente.
 Vrijdagmarkt nevado, Gante
Algo parecido ocurre con markt, que en neerlandés significa ‘plaza’, además de ‘mercado’. Esto no es extraño, puesto que era en las plazas donde se celebraban los mercados. En rumano, curiosamente, se ha dado el mismo cambio, pero en la dirección contraria: piațăsignifica ‘mercado’. Estos cambios de significado (el de clock, el de markty el de piață), entre una parte y su todo, se llaman metonimias(primer toque gratuito de redichez).



De este cartel en la catedral de Brujas me hizo gracia el uso de las comillas, elegidas por aquello de que «los pobres» no es políticamente correcto, pero que son poco afortunadas, ya que las comillas tienen un uso sarcástico que puede hacer dudar del destino del cepillo. Sin embargo, cuando colgué la foto en Twitter, varias personas me llamaron la atención sobre el hecho de que se usasen las comillas alemanas en inglés y en francés. Segundo toque gratuito de redichez: las comillas españolas (y, por tanto, las que se supone que debemos usar en primer lugar) son estas: «», aunque las inglesas (“”) van ganando la partida.

Esta foto la hizo mi hermana un poco a regañadientes, quizá porque no era la primera que le pedía. Tuve que obligarla, para documentar el uso del plural etimológico latino en una palabra tan frecuente, aunque también existe la posibilidad de acabarla en -s (museums).


Solo me queda despedirme, la segunda vez en pocos días que le digo adiós a Bélgica. Pero me guardo alguna foto en la recámara, para los ratos de morriña.


[1] Por cierto, esto bien hecho se llama paisaje lingüístico y es bastante molón. Aquí tienen un ejemplo, de la mano de Lola Pons.

El origen del vasco y de la divulgación periodística

Pinchen un momentito aquí, háganme el favor:
Aunque la noticia está en varios medios y la fuente de la que beben todos es esta (mucho más razonable), la de Periodista Digital tiene bastante más miga, así que me permitan me centre en ella. Del origen del vasco se ha hablado, tergiversado, inventado, propuesto y discutido lo que no está escrito (aunque hay resúmenes, ¡viva Wikipedia!) y yo no soy ninguna experta, así que, sintiéndolo en el alma, no puedo arrojar ninguna luz sobre el tema ni evaluar la teoría de Jaime Martín Martín (que no Ruíz Ruíz). Lo que sí voy a hacer (brevemente, espero) es comentar la noticia, que está llena de despropósitos. Es una magufadalingüística, así que voy a hacer un poco de Magonia.

Primero, claro, las cuestiones preliminares, que para eso son preliminares: ergativo es con uve en español. Por si les ha pillado distraídos.
Título y primer párrafo: confirmar, corroborar, auténtico… Son palabras bastante grandes para un estudio que está sin publicar (no encuentro noticia de lo contrario) y, por lo tanto, sin contrastar por ningún otro lingüista. No me vayan a entender mal, por favor, que no es yo que desconfíe de Jaime Martín Martín (al que no conozco), que seguro que es una bellísima persona y un fantástico filólogo, pero no sería la primera vez que alguien se inventa algo sobre los vascos (miren, miren más, y alucinen). Que ya sé que la lingüística no es microbiología o física cuántica, pero también tenemos nuestro corazoncito, nuestro método científico y nuestros sistemas de peer review. [Agradezco el último enlace a @Ed_Ese, mientras que las historias que salen en los demás no las hubiera conocido de no ser por Míkel, Conchi, Borja o Ekaitz, ¡gracias!]

«El euskera ya no es el idioma más antiguo de Europa porque es un idioma africano». Bueno, pues si nos ponemos así, la mayor parte de los idiomas europeos tienen bastantes papeletas para tener origen asiático… ¿Quedará desierto el récord? Lo cierto es que la cuestión de la antigüedad de las lenguas es bastante relativa y un poquito absurda, como cuenta Lakarra en el podcast de cadena SER (al que nadie menciona en la noticia, a pesar de su sensatez), puesto que muy pocas lenguas nacen de la nada, sino que vienen de otras lenguas, que por tanto son más antiguas. Pero vamos, que eso es otro cantar y no voy a ponerme a hablar del podcast, porque tendría que comentar lo de las lenguas caucásicas de Escandinavia y, la verdad, vaya plan.
En esto del orden de palabras a lo mejor sí que me estoy metiendo un poco con el señor Martín Martín, pero no he leído el estudio, así que entendamos que me meto con el periodista que no se ha molestado en saber si estas afirmaciones valen como prueba de parentesco lingüístico. La disculpa vale para el siguiente párrafo también.
Una de las clasificaciones más tradicionales de las lenguas del mundo es según su orden de palabras, atendiendo a cómo se dispongan sujeto, objeto y verbo, habiendo 6 posibilidades. Las lenguas SOV (sujeto-objeto-verbo), como el euskera y parece que también el dogón, y las SVO (sujeto-verbo-objeto), como el español, son las más frecuentes (abrumadoramente) y entre los dos tipos se reparten, más o menos al 50%, casi el 90% de las lenguas del mundo. También se sabe que este orden básico de la oración tiende a correlacionarse con el orden de otros constituyentes (como el artículo con el sustantivo, el adverbio con el adjetivo, etc.). Quiero decir que no es tan sorprendente que dos lenguas se parezcan en el orden de palabras, pasa bastante. [Una pequeña curiosidad, en el podcast y en otras versiones de la noticia se menciona el orden del demostrativo, que se pospone al sustantivo en euskera y en dogón, pero no en latín ni en español. En rumano —lengua romance— el demostrativo y el artículo también se posponen al sustantivo, como en euskera. El orden de palabras cambia a lo largo del tiempo. Que no es una prueba muy fiable, vamos.]
Insisto en que no he leído el estudio y no me cabe duda de que esto está perfectamente explicado en Un enigma esclarecido: el origen del vasco, pero no queda claro en la noticia ni en la entrevista, así que se lo cuento yo. Para que exista un parentesco entre dos lenguas no basta con que muchas de sus palabras se parezcan. Deben parecerse de una forma sistemática. El cambio fonético es regular, por lo que las correspondencias entre dichas palabras deben ser regulares también. Por ejemplo, si tenemos la correlación beri ‘caliente’ (dogón) – bero ‘calor, caliente’, lo esperable es que todas las palabras que en dogón acaban en –i (o todas las que acaben en —iy cumplan otros requisitos; proponer una regla exige algún que otro ejemplo más) hayan dado palabras en —o en euskera.
Y esto ha sido todo por hoy. Gabon! Digo, ¡dogón!